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viernes, 25 de junio de 2021

Nubes, etéreas y tornadizas.

 

Secuencia de la evolución de unas nubecillas, por el viento, en tres minutos.




Las nubes nos tienen confundidos.

A veces estamos mirando el cielo y vemos como el viento las trae o las lleva.

Sí, las nubes se mueven con el viento.

Pero eso es anecdótico y no nos lleva a entender su naturaleza.

Si vemos las nubes cómo algodones flotantes al capricho de los vientos, estaremos equivocados.

Si tenemos verdaderamente tiempo y nos paramos a observar el cielo azul de un día claro, veremos que en ese lienzo azul aparecen nubes blancas que se hacen mayores o más pequeñas, que se deforman y que desaparecen para formarse un poco más allá.

Lo que ocurre, es qué las nubes siempre están ahí en forma de vapor de agua, disperso e invisible en el seno de un aire también invisible.

Todos los elementos del juego de las nubes, están ante nuestros ojos pero no los vemos.

Hace falta un tercer elemento también invisible, la temperatura, que catalice la reacción para hacer todo visible.

Cuando la temperatura, por las circunstancias que sea, baja en un determinado espacio de nuestro escenario azul, el aire invisible afectado por ese descenso de la temperatura invisible, ya no puede contener el vapor de agua invisible.

Entonces hace que éste vapor se condense en torno a las pequeñas partículas en suspensión en el aire, haciéndolas más grandes.

Ahora, las partículas dejan de ser invisibles con su nuevo tamaño y aglomeración y aparecen como algodones blancos, color debido a la luz del sol.

Si estos algodones engordan mucho, hasta el punto de no dejar pasar la luz solar, los llegaremos a ver oscuros por su base.

Y si el fenómeno de condensación es muy aparatoso y a gran escala, veremos un cielo gris y oscuro de nubes, que no nos dejan ver el cielo azul que sigue estando detrás.

De la misma manera, un cielo de nubes o nubarrones, si hay una subida de esa temperatura invisible, puede desaparecer ante nuestros ojos, no por que el viento los eche sino, simplemente, porque se vaporizan, como si fuera un truco de magia.

Por eso es difícil y poco exacta la Ciencia meteorológica; porque son muchos e invisibles los factores que determinan un tiempo local.

También por eso Antonio, mi maestro pastor en Almería, que aunque analfabeto, era sabio, siempre que le preguntaba; lloverá?

Me contestaba, mirando al cielo con una media sonrisa;

Puede ser que sí…, para seguir inmediatamente, con una sonrisa traviesa, abriendo las palmas de las manos hacia el cielo y subiendo a la vez los hombros… o puede ser que no.

Nunca se equivocó.



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