Interior de mi tienda de artesanía en Níjar, que en su día abrí en sociedad con un simpático matrimonio artesano belga. La decoración, la realizó la esposa. |
Es más.
Que editaron un número monográfico de la revista, que lo regalaban.
Nadie lo pidió.
La gente no lee, solo mira y oye.
Es capaz de mantener la atención unos pocos minutos.
Luego, deja de mirar y de oir.
Así nos va.
Me consoló, por aquello de que, mal de muchos,
consuelo de tontos.
Dejé de editar libros en papel porque salían muy
caros y se vendían poco.
Ahora, los estoy reeditando en formato digital a cifras
simbólicas.
Me equivoqué y me equivoco.
La gente no lee, porque no sabe leer o no entiende
lo que lee, que viene a ser lo mismo. A eso se le llama analfabetismo funcional.
Es cierto que tampoco pongo demasiado interés en vender, pues me
gusta escribir y editar.
Pero no soy vendedor.
Me gustaría que la gente leyera más, pues se
alejaría del rinoceronte, que tampoco lee.
O del orangután.
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