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Elemento de su Belén, en la niñez de Angélica. |
Ya ha llegado el invierno.
Hace un par de semanas lo sentí en mi cuerpo.
No
me gusta el frío, pero sí me gusta el espíritu del frío.
Ya
podemos empezar a pensar, en que dentro de muy poco vamos a volver a reunirnos
con nuestros seres queridos, en un oasis de paz, en medio de la turbulencia del
mundo.
Para
mí cada vez es más difícil reconstruir estas fechas.
Porque
no puedo utilizar el modelo de mi juventud; el de una familia numerosa, en la
que la mayoría de sus componentes ya no están aquí.
Además, entonces, éramos como niños grandes, muy distintos de los adultos adolescentes de hoy.
Me
es difícil ir a una imaginación que no tengo y me resulta doloroso
recurrir a unos recuerdos de los que ya no quedan evidencias.
Los
brotes viejos están endurecidos por la intemperie.
Pero
la Providencia, utilizando como herramienta a la Naturaleza, me ha premiado con
brotes nuevos.
Es
un premio a una vida coherente con el papel que le ha tocado jugar, en su tiempo y en su lugar; el papel de un hombre caucásico, inmerso en su cultura
occidental.
Parece
una tontería.
Pero
no, la Naturaleza no tontea.
Cada uno de nosotros nacemos en un entorno natural y cultural.
Y nuestra
supervivencia espiritual intelectual, psicológica y física depende del grado de adaptación a
ese entorno en el que hemos nacido.
Separarnos
de él nos plantea, a la larga, situaciones para las que no estamos preparados, si nos hemos alejado de nuestro entorno natural.
Muchas
veces pienso; ¿cómo es posible que tenga las mismas creencias y valores que
cuando era chico?
No
me he estancado intelectualmente, sino que he progresado de forma que, incluso,
a veces me sorprende en la apertura de mi mente.
Pero
siempre con los mismos valores, cada vez más enraizados.
En
mi alma.
Eso
me ha permitido la supervivencia tras pasar situaciones que solo una de ellas
provocaría al más sólido, una de esas cosas que los repipis llaman síndrome
post traumático.
Probablemente esté algo pasado de vueltas.
Pero no creo que se aprecie en este blog, ni que
lo noten las personas que me tratan, pues las de más confianza me lo dirían y
las de menos dejarían de tratarme.
Sí
es cierto, porque me lo han dicho más de una vez, que tengo una corteza un poco
difícil de traspasar. Pero esa corteza engaña un poco.
Es
como el pseudo opérculo de los caracoles del que te hablaba en la entrada
dedicada a estos simpáticos amigos; con un poco de humedad se desvanece.
Es
el reto navideño, que los brotes nuevos hagan olvidar la añoranza por los seres
queridos que ya no se sentarán este año en la mesa.
Los brotes nuevos, con el rotundo empuje de vida que les da la tierra abonada con la cultura Occidental.
Tierra que ha alimentado a los espíritus de lo que ha sido
hasta la fecha la cultura más rica, creativa y hermosa que ha florecido en la
Humanidad.
Aprovecha
estas fechas que vienen para afianzar tus raíces en los valores tradicionales y
no dejes que agentes extraños te sieguen la hierba bajo los pies. para dejarte
desvalido y sin raíces frente a sus miserias.
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