Páginas

martes, 27 de diciembre de 2022

Suicidio; una rareza en la Naturaleza.

Familia inuit: Dibujo, a partir de un dibujo libre en Internet.

Hay imbéciles que dicen que suicidarse es de cobardes.

Puede ser de muchas cosas, pero desde luego no es de cobardes.

Quizás de locos o de desesperados o incluso de hastiados.

Pero no de cobardes.

Porque con el suicidio te enfrentas a algo desconocido y un cobarde no busca lo desconocido.

Con el suicidio te enfrentas al dolor y quizás el fracaso, con lo que puedes quedar peor de como estabas y encima habiendo perdido quizás la posibilidad de repetir el intento.

Suicidarse no es de cobardes.

Eso sí, es un acto antinatural porque en la naturaleza nadie se suicida.

El suicidio es realmente algo infrecuente en la naturaleza, aunque puedan citarse casos excepcionales.

¿Y por qué no existe el suicidio en la naturaleza?

Porque prima el instinto de conservación, que es el encargado de mantener a la especie en el tiempo.

Vencer ese instinto no está diseñado en el cerebro de los irracionales.

Pero como el hombre es un ser racional, no forma parte de ese contexto general de la naturaleza y sí es capaz de abordar el suicidio, aunque un coste muy alto de voluntad y valor.

Por eso el que desprecia el suicida es un imbécil o por lo menos, un ignorante.

Sin embargo, ese mismo sentido racional que permite al hombre programar su final, le protege de esa programación.

De no ser así ya no existiría el hombre, pues vista con frialdad, la vida es para muchos un tránsito muy difícil hasta el punto de que está muy extendido el dicho de que la vida es un valle de lágrimas.

Pero como te decía, esa misma racionalidad protege al hombre porque le hace ver que por duro que sea el momento que está viviendo, en un instante pueden cambiar las circunstancias que le amargan.

Tu mujer te engaña con tu amigo más fiel y eso te hace sentir tal amargura, que piensas en el suicidio.

Pero hete aquí que recibes una llamada inesperada, diciéndote que tu amigo y tu mujer se han estozolado en un helicóptero, mientras sobrevolaban en un viaje romántico, el Gran Cañón de Colorado.

¿De qué te habría servido tu suicidio?

O puede que tu hijo te amargue tanto la vida que desees suicidarte.

Pero un día en una excursión con la parroquia, conoce a una chica inuit y se va a vivir con ella a Groenlandia.

Que suicidio más inútil hubiera sido el tuyo si lo hubieses consumado.

Supón que tu secta te repudia y tu desespero es tal, que decides suicidarte.

Es mejor que en tu desvarío te hagas hippie y empieces una vida de alegría enajenada y loca, pero de alegría, que te habrías perdido con el suicidio.

Quizá de rumiar en esa vida alocada y hippiosa, te salga algo mejor: Por ejemplo, acabar de surfista en Portugal.

Si el suicidio es antinatural es por algo.

Seamos naturales.

Si tu impulso es inminente y tu desesperación es tal, que no te ves con tiempo de reaccionar, recurre a tu sentido común y de perdidos al río; vete a una misión en Yemen o de cooperante a Tijuana.

Las probabilidades de volver serán mínimas, pero por lo menos te lo pasaras en grande y habrás servido para algo.

Mejor eso que un hospital mientras te hacen un lavado de estómago o arrepintiéndote durante la caída, de haber dado el salto desde el sexto piso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario