La Tierra y la Luna. Foto: NASA. |
Érase que se era, en un remoto planeta
azul, que vivían unas civilizaciones viejunas y decadentes.
El planeta era muy bonito y tenía gran
variedad de formas de vida, que además de ser bellas, muchas de ellas tenían
utilidades muy beneficiosas para la salud y modos de vida de esas
civilizaciones.
Pero muy pocas de esas utilidades eran
utilizadas para bien, por las civilizaciones viejunas que vivían en el planeta.
Muy al contrario.
Esas civilizaciones habían progresado
mucho tecnológicamente gracias al ingenio e inteligencia de algunos de sus
integrantes, pero lo habían hecho a costa de casi destruir su propia casa.
Habían llegado a un grado tal de decadencia
y destrucción, que el planeta ya era un lugar casi inhabitable.
Los más inteligentes de esas
civilizaciones, decidieron que antes de llegar al colapso total, tenían que
hacer algo.
Había que limpiar completamente el
planeta para empezar de nuevo.
Para ello y gracias a que su avanzada
tecnología se lo permitía, crearon colonias en planetas próximos y las
acomodaron para que pudieran vivir en ellas un buen número de personas durante
un tiempo suficiente.
Una vez a pleno rendimiento las colonias,
se seleccionaron a élites de las civilizaciones con relevancia en el planeta azul y
se enviaron a vivir a esas colonias en planetas próximos.
Eran unos pocos miles de entre los
cientos de millones que poblaban el planeta azul.
Fue entonces cuando, una vez separada la
élite de la morralla y con la élite a salvo, se dispersó por el planeta un violento virus,
que acabo con toda la población de aluvión que quedaba en el planeta.
Todo había sido ensayado ya y no tenía
porqué fallar nada.
Efectivamente, a los pocos años de esparcir
el virus, no quedaba en el bonito planeta azul, resto de los restos de población que habían quedado allí.
Pasaron veinte años.
Era un margen más que seguro para que no
restara señal del virus y para que la vegetación y la fauna, hubieran campado por
sus respetos, colonizando los entornos más inmediatos.
La élite de las civilizaciones refugiada
fuera del pequeño planeta azul podía volver a iniciar la vida en un planeta reseteado
de la chusma indigente, pobre y hambrienta.
Y así fue.
Unos pocos años después, los que
volvieron pudieron vivir felices, comer perdices y una gran cantidad de
animales sabrosos, que habían estado casi extintos y que habían repoblado de
nuevo el renovado planeta azul.
Tenía otras
imágenes de cabecera; las que me inspiraron el cuento.
Son las de este
castillo en 3d, que vi construir a Antonio jugando con el
ordenador.
Me recordaron a
dragones y mazmorras, que es la metáfora de lo que tenemos hoy.
Imagen: Antonio Asensi. |
Imagen: Antonio Asensi. |
Nave experimental de los chinos sobre Marte, captada secretamente el 2021.06.16, por el telescopio espacial Huble. (Foto gentileza: C.I.A. / N.A.S.A.). |
Cuando el diablo se aburre cazas moscas con el rabo. Refrán popular.
Desenlaces alternativos del cuento.
En
el año 2022 empezaron a aparecer informes en los que se detectaba un descenso
de productividad y actividad en las células que se ocupaban de la reproducción
humana.
La
humanidad desarrollada ignoró estos informes. En el año 2050, la tasa de
reproducción humana era alarmante y se empezó a intentar poner remedio. Sin
éxito.
En el año dos mil cien quedaban ya pocos núcleos humanos situados en los Himalayas, el Kalahari y Teruel.
En
el año 2200, los marcianos ocupan las colonias terráqueas que se han quedado
sin población.
Cincuenta
años más tarde los avanzados sistemas de detección de meteoritos preparados
durante años por los hombres cuando todavía se reproducían, detectan el rumbo
de colisión de un asteroide.
Entra
en funcionamiento automático el complejo sistema de evitar colisiones, el robot
queda apretar el botón te he puesta en marcha se ha quedado sin pilas.
El
asteroide choca y el impacto provoca una inmensa nube que mantiene a la Tierra
en penumbra. Gracias a esto se acaba con el trasiego y las aglomeraciones que
provocaban el turismo de sol y playa.
En
un mundo con menos bullicio, grupos poblacionales se recuperan del estrés e
inician la repoblación del planeta sin discotecas toallas y sombrillas, ni
yates, ni embotellamientos, ni segundas viviendas.
La
falta de estrés extingue a los yupis y la decadencia del turismo extingue a los
inmobiliarios y especuladores, lo que trae consigo la extinción de los
políticos.
Así
tras un periodo de ajuste y adaptación, renace un nuevo mundo donde la nueva
humanidad vive feliz y come calabacín.
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