Milpiés, Tachypodoiulus Níger en su medio. (Foto: Angélica Regidor). |
Recuerdo el chiste del genial Eugenio, en que un milpiés se tropieza con otro bicho que tiene la mala idea de preguntarle; cuándo empiezas a caminar, ¿qué pie mueves primero?
El pobre milpiés se quedó pensativo y ya no se supo mover más.
Y es que si intentas razonar sobre un acto reflejo te organizas un lío.
Siempre he visto los milpiés sobre la acera o el asfalto, porque son animales detritívoros que se alimentan sobre todo de hojas y plantas en descomposición, por lo que andan entre la vegetación baja y no se les ve cuando están en su medio.
De
hecho su cuerpo cilíndrico, acorazado, articulado y compacto está diseñado para
transitar por la maraña de vegetación baja que le da alimento y cobijo.
Ahí no
se le puede ver, salvo que uno esté dispuesto a perder mucho tiempo y no le
importe llamar la atención de quiénes pasan cerca y lo ven tumbado sobre el
césped escudriñando el verde. Sin embargo cuándo el milpiés sale de su ambiente
natural se vuelve muy llamativo sobre el gris del suelo cercano a los parterres.
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