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jueves, 15 de abril de 2021

Ensoñaciones. Es Vedrá.

 

Estoy en el puerto escribiendo en la bañera de la barca. Sopla una brisa de levante muy agradable.

Por el pantalán ha pasado una pareja alegre cargada de avituallamientos. En circunstancias normales pensaría que son navegantes preparándose para partir, pero aquí son inquilinos de uno de los muchos barcos patera que amarran  en el puerto.

Son viviendas económicas y románticas. Está bien, pero a veces esas personas no conocen el código de los navegantes y organizan escándalos en los barcos con música excesivamente alta y gritos. En ocasiones también se equipan con  bañadores extremos qué ningún navegante se pondría.

He venido con intención de navegar un poco, pero quién me ha traído se ha ocupado de calentarme la cabeza y he llegado peor de cómo salí. No me parece prudente ponerme a navegar y me conformo con soñar.

Sueño con el islote de es Vedrá, en Ibiza.

Me recuerda a mi barco escuela Cris 1. Añoro con volver en mi barca. No es un sueño imposible o desquiciado, sino totalmente viable incluso en mis condiciones.

Pero me pesa el lastre que me desalienta y desanima. Los gritos, la bilis pueden con mi cerebro y lo desbordan.

Hace poco hablé con José de Es Vedrá. ¡Él también lo conocía y había buceado allí! ¡Cómo es la vida!, dos personas pueden explicar sus experiencias de un lugar perdido, que coinciden y que han visitado con muchos años de diferencia.

Me siento amodorrado. En el mar la tensión arterial baja. La mía debe estar por los suelos. Además no he comido. Me siento ir, pero me gusta, no quiero comer, me gusta está sensación.

Bajo al camarote y me echo.  Encuentro la postura echado y sigo pensando en Es Vedrá… Creo que me he dormido...

… No sé cuánto tiempo ha pasado.

Una pareja pasa por el pantalán y me saca de mi letargo. Hablan alegres. Tendrán sus problemas pero aquí están alegres.

Estoy demasiado postrado. Decido comer pan con un trozo de queso y agua fresca, que reconforta mucho.

Vuelvo a escribir y a disfrutar del ambiente. Un niño llora en un barco del pantalán de enfrente. Son las 14:33, 33 la edad de Cristo. Sigo con modorra.

Bajo y me vuelvo a echar, ahora es la siesta.

Ha pasado un día.

Estoy de nuevo  en la bañera del barco.

Hoy el cielo está de luto y llueve a raudales. Llevo días inapetente y como no tengo a nadie que me incordie no he comido casi nada en esos días.

Hoy estoy demasiado postrado y he decidido comer algo. Cojo pan de la despensa y de la nevera agua y queso. El queso está mejor a temperatura ambiente, pero este viejo de oveja se pone duro en la nevera y me gusta así.

Son las 12:33. ¿Qué tengo con el 33?

El agua de lluvia suena en la toldilla y marca la superficie lisa del puerto con puntitos ruidosos. El día triste y la lluvia no pueden impedir que disfrute del refrigerio ¡Qué rica está el agua fresca y el queso viejo!

En un mundo sofisticado de gente sin horizonte se ha vencido el gusto por los ancestrales y sencillos placeres que nos ofrece la Naturaleza.

Me dirás que sin la nevera no tendría agua fresca ¿En un día como hoy?, ! quia!

En pleno verano meto las botellas en una malla y las sumerjo en el agua de mar; el contraste al beberla da el mismo placer que si fuera de nevera y es más sano para los dientes y el cuerpo en general. Cambiar condumio por refrigerio


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