Cementerio. |
Hace unos días me telefoneaba una
persona octogenaria para explayarse un rato.
En la conversación sacó el tema de la muerte y me pareció leer entre líneas que tenía miedo al momento del tránsito. No a la muerte en sí, que imagino la tendría muy asumida, sino al momento en qué eres consciente de que ésta te llega.
¿Hemos de tener miedo a ese momento? Creo
que no.
Hay mil formas de morir, pero creo que sólo una manera de hacerlo: El cómo llega la muerte es la variable del proceso.
Puede ser una muerte súbita, una muerte tras una enfermedad larga o corta, una
muerte violenta o apacible... Eso varía tanto que hasta hay programas de televisión basura que tratan frívolamente sobre ello.
Esto es lo que nos puede dar más o menos miedo, lo que podamos sufrir en el proceso. No tenemos una bola de cristal, por lo que no podemos predecir lo que nos va a ocurrir y eso nos asusta.
Pero yo para esto utilizo una técnica qué se basa en la relatividad del tiempo.
El tiempo pasa más o menos rápido, pero siempre pasa. Mientras estás consciente tienes el consuelo de saber que lo que te está doliendo dejará de dolerte pronto. Pienso que el día siguiente es inmediato y que este momento pasará enseguida.
Debes aferrarte a ese momento del fin el dolor sabiendo que inexorablemente llegará pronto... un día, unas horas y has de pensar que esas horas o esos días ya han pasado o están a punto de pasar y tú estás en el momento siguiente.
Si no estás consciente
da lo mismo (en una de mis visitas extremas al quirófano, me contó luego el
anestesiólogo que estando todavía consciente me dijo que tenía que ponerme otra
vía, a lo que le contesté; espere a que pierda el conocimiento y luego haga lo
que quiera. Así hizo. Gracias.
Pero creo que en el fondo, la cuestión no es esa. El verdadero problema está
en qué viene inmediatamente después.
Ya he hablado de ello en otra entrada,
pero en ella trato de un caso tan particular. que no nos sirve para dar una idea general de lo
que se siente frente al instante de la la muerte.
La Naturaleza nos da suficientes pruebas
de buen diseño y organización, como para ver que ese momento final tiene que estar lo
suficientemente bien estructurado como para que no nos sea incómodo o doloroso el
trance de la muerte.
Cuando vemos imágenes de un león cazando
una gacela sufrimos por lo que estará sufriendo la gacela; pero en realidad el
sistema nervioso de la gacela está bloqueado y no es consciente de que está sufriendo. Intenta liberarse cómo pollo descabezado. Lo pasamos peor nosotros como espectadores que la gacela como víctima.
La naturaleza no es sádica y tiene
mecanismos para que el irremediable proceso de vida y muerte se suceda con
armonía, aunque a veces las apariencias engañen.
La angustia que viene del temor al dolor
previo a la muerte debería estar aliviada, en un país avanzado como España, por
la existencia de unos cuidados paliativos que hagan llevaderos esos
sufrimientos.
En muchos casos, probablemente en la mayoría, el sufrimiento puede ser aliviado por la Ciencia y está en manos del
hombre hacerlo.
Me refiero a la buena ciencia y al buen
hombre. Porque a la ciencia instrumentalizada por las pasiones humanas, la de
la bomba atómica, la de la tecnología de las armas, la de la eutanasia y
eugenesia, poco importa el dolor. Igual que al mal hombre, poco importan los
cuidados paliativos.
Estoy convencido de que la propia Naturaleza tiene mecanismos para hacer del hecho de la muerte algo
llevadero.
La naturaleza es sabia y con el
envejecimiento nos va separando paulatinamente de la vida para que
menguados los anhelos de vivir aceptemos con menos frustración la muerte. Esto
debería ser una buena señal del trato de la Naturaleza para con sus seres.
Pero además Homo sapiens
tiene la baza de la trascendencia. La creencia en un mundo mejor tras la muerte
hace que los humanos podamos jugar con ventaja en nuestra actitud frente a la
muerte.
No sé si la Naturaleza tiene implícita
en su estrategia de atenuar el enfrentamiento a la muerte, esa valiosa baza humana del sentimiento de trascendencia.
Es muy probable que sí puesto que forma parte de la naturaleza humana.
Por eso no es disparatado pensar qué, desechando esa baza de la trascendencia, el hombre se hace un flaco favor a la hora de su enfrentamiento a la muerte.
Si me dejas que no te exponga argumentos, te diré, a ciencia cierta,
que se muere mejor con una conciencia ordenada según la Ley natural, que con
una conciencia desordenada.
Si quieres saber más sobre mi visión de la muerte, pulsa aquí.
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