Domingo náutico. (foto: libre en Internet). |
Domingo 16 de agosto de 2020.
Estoy en la barca, solo. Me acaba de dejar la almiranta.
Siempre recomiendo a quien le gusta navegar y quiere comprarse un barquito, que se busque un buen amigo o pariente que lo tenga y que se deje de compras.
Salí de casa con mareo y he llegado como salí.
Quería dar un paseo por aquí cerca, pero si no me tengo en pie ahora, mal voy a gobernar esta bañera. Mejor me pongo a escribir y a soñar.
Pronto cumplo los suficientes como para saber que me quedan cuatro telediarios.
Toda mi vida he sido una persona inquieta y luchadora y ahora el fin de fiesta me encuentra hecho unos zorros. Pero esto es coyuntural.
Sueño con Es Vedrà en Ibiza. Hablé de ese islote perdido con Torrent: ¡Él también lo conocía y buceó en su día en las mismas circunstancias que yo! ¡Cómo es la vida!
Sigo escribiendo y me va entrando modorra; el ambiente marino hace bajar la tensión y además no he comido.
Bajo al camarote y me echo; ya seguiré escribiendo luego.
Estoy completamente ido, pero me gusta. Debo tener la tensión por los suelos. … Estoy en Es Vedrà... Una pareja pasa por el pantalán riendo y me saca del letargo.
Esto no puede ser, debo comer algo.
Subo a cubierta con un trozo de pan, un poco de queso y un vaso de agua muy fría, a todo lo que da la nevera.
El refrigerio me reconforta mucho. Vuelvo a escribir y a disfrutar del ambiente de silencio y de la brisa. Un bebé llora en un barco del pantalán de enfrente.
Son las 14:33 h. 33, la edad de Cristo. Bajo al camarote y me vuelvo a echar, ahora es la siesta. Por el tambucho entra una brisa irresistible… Es Vedrà. ¿Cuándo?, ¿el año que viene?... zzzzz.
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