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Balaenoptera physalus (Rorcual común) en el puerto de Barcelona.
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Ballena. Balaenoptera physalus (Cast.:
Rorcual común; Cat.: Balena franca). B. physalus, un
mamífero marino que puede llegar a alcanzar los 25 metros de envergadura.
Es
una de las especies de ballena presentes en el Mediterráneo, históricamente
abundante y hoy poco frecuente.
Una ballena de quince toneladas apareció muerta flotando en
las aguas del Puerto de Barcelona.
El recurso al que echaron mano las
autoridades de Marina para solucionar el problema, fue llamarme (ya era entonces pionero en asuntos de defensa del mar), para ver si me
podía interesar el cadáver y, de paso quitarse, un muerto de
encima.
Dónde hoy militan tantos ciudadanos, entonces estaba un servidor y un puñado de idealistas.
Pero sólo uno con capacidad de solucionar quince
toneladas de problema.
Hoy la ballena descansa en Esplugues del Llobregat,
en los terrenos del antiguo Casal del Centro de
Recuperación e investigaciones submarinas (C.R.I.S.), aunque probablemente
ni ellos no se acuerdan.
El texto de prensa es explícito.
Al parecer la ballena fue
atropellada en el Estrecho de Gibraltar y no se soltó del bulbo del mercante
hasta que este paró en el puerto de Barcelona.
Una vez allí la ballena,
impulsada por el fuerte viento que soplaba esos días, quedó varada en el
antiguo desguace (dique de Levante), entre hierros y cables.
En la foto, aparezco embragando el
cuerpo del animal entre agua, aceite, sangre y otros líquidos de la ballena, para que una grúa la recupere y la coloque sobre un camión articulado que lo
llevará a su destino, a la espera de recuperar su esqueleto.
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Asensi embragando la ballena para izarla con una grúa y
depositarla sobre un trailer. El buzo profesional que se comprometió a
hacerlo se, intimidó a última hora. Foto: Alfons Ferrer, entonces Presidente del C.R.I.S.
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La fotografía de arriba es ilustrativa de las circunstancias que rodearon
la recuperación del cadáver de la ballena, asunto en el que me metí sin valorar su dimensión y que hice en parte, por atender la petición del Jefe de
la Comandancia Militar de Marina de Barcelona Arrufat, que no sé si en
algún momento había sido amigo, pero al que le tenía gran afecto.
También es
cierto que me apetecía tener un esqueleto de ballena para el futuro museo
oceanográfico del C.R.I.S., museo que tenía en la cabeza pero que nunca llegaría
a ser.
Cargando la ballena en un remolque. Foto: Alfons Ferrer.
Verdaderamente
el espectáculo era dantesco; noche cerrada, aguas negras y bullentes a causa
del viento que soplaba en aquel rincón cerrado y el reflejo de las luces del
puerto que daban un toque lúgubre a la inquieta superficie del agua.
Ese
escenario ya no existe, pero te adjunto una imagen de entonces del muelle de desguace en
pleno trabajo, justo el lugar dónde se encontraba la ballena encajada.
La fotografía
es de día, lo que quita horror al escenario, pero lo cierto es recuerdo que
cuando estaba en el borde del muelle, apunto de saltar, a varios metros sobre el agua, me
preguntaba “¿Qué demonios hago aquí?”.
Pasé
miedo por no pasar vergüenza.
Seis lustros después, los restos de la ballena
sigen durmiendo en los terrenos del antiguo local del C.R.I.S.
En los noventa,
estando ya de pastor en el desierto de Almería, recibí una llamada telefónica
de alguien del C.R.I.S., preguntándome como podían recuperar los huesos porque estaban muy
sucios.
Fue la consulta peregrina de un
ignorante, lo que no me mereció contestarle.
Al parecer Le había llegado a los
oídos al referido, que se podían sacar
por el esqueleto completo de una ballena, seis millones de pesetas, y ante
semejante perspectiva le habían hecho los ojos chiribitas.
El trabajo, la
paciencia y los conocimientos para montar un esqueleto de esas proporciones
justificaban de sobras ese precio.
Pero yo entonces no conocía más que a una
persona en España capaz de capitanear ese proyecto y a una persona para
llevarlo a cabo.
Y ese capitán no era ni mucho menos yo, aunque si lo podía haberlo
llevado a cabo a sus órdenes.
Hubiera dejado temporalmente mi vida retirada por
un mindundi, pero no por un mindundi infiel.
La
ballena estaba atascada entre hierros y planchas que asomaban sobre la superficie
y que hubiera podido ver si hubiera luz, pero la recuperación la hice en noche
cerrada porque la inmisericorde Administración la quería fuera lo antes posible
y actuó como el jefe inútil que no sabe solucionar un problema y se ensaña con
el solucionador.
En este caso con el INRI de que se lo resolvía de gratis.
Estaba
también allí un buzo profesional al que le había pedido ayuda pero que a todas
luces no estaba por la labor, debía tener más miedo que yo, y menos redaños.
El asunto es grande. Me he tropezado con el siguiente enlace, dónde dice ¡que se necesitaron 20 técnicos para sacar una ballena igual!
Aquí, el gruista, el camionero y un servidor fuimos suficientes. Además esta operación se realizó por la noche.
La otra ballena la debió sacar la Administración, con dinero público. Aquí pagaban los los socios del C.R.I.S.
A continuación sintetizo el enlace de arriba, pues vengo observando que estos enlaces fallan más que una escopeta de feria.
Postdata. He actualizado esta entrada a 2020.03.24 y a 2020.03.25.
No quiero acabar sin una nota del paradero final de "mi" ballena, con la que empiezo esta entrada. Aquí estará todavía.
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Entierro de la ballena. Foto: Alfons Ferrer. |
Fosa
en la que está a punto de ser enterrada la ballena, en los antiguos terrenos del C.R.I.S.
En la fosa, sobre la ballena, con la camisa a cuadros, aparezco supervisando el entierro
de la sardina. Todavía uso esa camisa.
Sé que es una imprudencia dar ese dato
pues quedo como un impresentable en lo que se refiere a la moda.
Pero es que se
trata de una camisa de mercadillo que me ha dado un resultado excelente, hasta
hoy.