Voy
a sintetizar para no aburrir. Eso sí, te pido lector, que leas y rumies lo que
lees, porque mi visión del problema no es la convencional, pero está sustentada
por el más elemental sentido común.
Para
deshacerse de las basuras siempre, en las ciudades, uno bajaba esas basuras en
bolsas que echaba en un contenedor municipal. Los camiones de
basura recogían ese contenedor que trasladaban al basurero de la ciudad.
Una
vez allí, los camiones volcaban parte de su contenido sobre el montón y
parte sobre una cinta transportadora donde una serie de operarios seleccionaban
a mano los materiales. Debería ser más preciso sobre esto, pero no era mi
cometido y me remito a los rasgos generales.
Los
trabajadores de la selección de basuras, al no precisar gran cualificación,
eran principalmente personas con alguna disminución psíquica, que por su
condición ofrecían el valor añadido de constancia, aplicación adecuada de los
criterios aprendidos, y atención a esa labor rutinaria. La Administración
se ocupaba de que los salarios fueran justos, que cotizaran a la seguridad
social y que las condiciones de trabajo fueran higiénicas, dignas y seguras.
Pero
entonces a un progre (eso lo viví desde un cargo administrativo de
responsabilidad), se le ocurrió que las basuras se reciclaran en casa y se
echaran a contenedores específicos.
Con
eso se abarató la contrata privada de recogidas de basuras.
Pero
al mimo tiempo que los concesionarios privados, de lo que siempre fue un chollo
de contrata aumentaban sus márgenes de beneficios, ¡los ayuntamientos subían
los impuestos de recogida de basuras! ¡Negocio redondo!
¡Se
había conseguido que millones de ciudadanos hicieran de gratis lo que antes
hacía mano de obra asalariada; es decir, se había creado de nuevo una clase
social de esclavos! ¡Los socialistas habían instaurado de nuevo la esclavitud,
erradicada del mundo civilizado hacía décadas! Y con tal ingenio que la idea
fue adoptada por todo el arco político y por todo el espectro social bajo el
paraguas de luchar contra la contaminación.
¡Ya
se luchaba antes contra la contaminación, pero sin esclavitud!
¿Cual
fue el segundo efecto colateral de esta pretendida gran idea?, que centenares
de disminuidos psíquicos que se ganaban dignamente la vida con su propio
esfuerzo, fueron despedidos y pasaron a malvivir de subsidios, que les privaban
de la dignidad del trabajo y les robaban autonomía.
Por
eso, desde mi posición incluso extrema de defensa del medio ambiente, cuando
veo esos contenedores para reciclar basura, veo indignidad y esclavitud.
Y más cuando no sabemos que hacen las contratas con esas basuras que reciben ya clasificadas. ¿O sí lo sabemos?
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