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miércoles, 25 de noviembre de 2020

Reciclaje: ¿es oro todo lo que reluce?

 


Voy a sintetizar para no aburrir. Eso sí, te pido lector, que leas y rumies lo que lees, porque mi visión del problema no es la convencional, pero está sustentada por el más elemental sentido común.

 Para deshacerse de las basuras siempre, en las ciudades, uno bajaba esas basuras en bolsas que echaba en  un contenedor municipal. Los camiones de basura recogían ese contenedor que trasladaban al basurero de la ciudad.

 Una vez allí, los camiones volcaban parte de su contenido sobre el montón y parte sobre una cinta transportadora donde una serie de operarios seleccionaban a mano los materiales. Debería ser más preciso sobre esto, pero no era mi cometido y me remito a los rasgos generales.

 Los ciudadanos, con sus impuestos, pagaban todo ese aparato.

Los trabajadores de la selección de basuras, al no precisar gran cualificación, eran principalmente personas con alguna disminución psíquica, que por su condición ofrecían el valor añadido de constancia, aplicación adecuada de los criterios aprendidos, y atención a esa labor rutinaria. La Administración se ocupaba de que los salarios fueran justos, que cotizaran a la seguridad social y que las condiciones de trabajo fueran higiénicas, dignas y seguras.

 Pero entonces a un progre  (eso lo viví desde un cargo administrativo de responsabilidad), se le ocurrió que las basuras se reciclaran en casa y se echaran a contenedores específicos.

Con eso se abarató la contrata privada de recogidas de basuras.

Pero al mimo tiempo que los concesionarios privados, de lo que siempre fue un chollo de contrata aumentaban sus márgenes de beneficios, ¡los ayuntamientos subían los impuestos de recogida de basuras! ¡Negocio redondo!

 ¡Se había conseguido que millones de ciudadanos hicieran de gratis lo que antes hacía mano de obra asalariada; es decir, se había creado de nuevo una clase social de esclavos! ¡Los socialistas habían instaurado de nuevo la esclavitud, erradicada del mundo civilizado hacía décadas! Y con tal ingenio que la idea fue adoptada por todo el arco político y por todo el espectro social bajo el paraguas de luchar contra la contaminación.

¡Ya se luchaba antes contra la contaminación, pero sin esclavitud!

 ¿Cual fue el segundo efecto colateral de esta pretendida gran idea?, que centenares de disminuidos psíquicos que se ganaban dignamente la vida con su propio esfuerzo, fueron despedidos y pasaron a malvivir de subsidios, que les privaban de la dignidad del trabajo y les robaban autonomía.

 Por eso, desde mi posición incluso extrema de defensa del medio ambiente, cuando veo esos contenedores para reciclar basura, veo indignidad y esclavitud.

 Y más cuando no sabemos que hacen las contratas con esas basuras que reciben ya clasificadas. ¿O sí lo sabemos?

 

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