Creo que no me precipito, si digo que faltan unas pocas semanas para que acabe una etapa importante de mi vida.
Etapa que empezó en 1980 y que ha durado hasta hoy.
Hace cuarenta y cuatro. años empecé a navegar y ya
es tiempo de dejarlo.
Han sido años interesantes pero que, por
circunstancias marginales, no repetiría ni jarto moriles.
Probablemente la familia, que me ha acompañado en
este largo periplo, dirá; ¡tantos años dándonos la vara con eso y ahora sale
por ahí! ¡menudo cabroncito!
A lo que, alguno de mis allegados podría recriminar, a quien así me dice; ¡no le quites años!
No repetiría esos años, pero sí seguiría navegando.
¡La cabra tira al monte!
Pero navegaría otra forma, para no hacer daño a ningún ser querido, ni descuidar obligaciones por devociones.
Volvería a navegar pero solo, lo que hasta ahora había
hecho ocasionalmente.
Sin embargo, hoy las responsabilidades y los
afectos me condicionan demasiado.
Me dirás ¿y la salud?
La salud no importa, en cualquier caso, siempre hay un final.
Si no tienes obligaciones moralmente imperiosas, te
diría que no atesores la vida y que hagas tu juego, con la única reserva de intentar no
perjudicar, nunca a nadie.
En mi vida, he tenido muy pocas ocasiones de
libertad y las he apurado al límite.
Pero la Providencia me ha devuelto siempre al redil.
Como aconsejaban los romanos y me recordaba a menudo
mi batito; mantén siempre el cuerpo limpio, por dentro y por fuera,
porque nunca sabes cuando llegará tu momento de libertad y debes estar en
forma para asumirlo, si ese es tu deseo.
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