Tomatera silvestre. Foto: Angélica Regidor. |
Sigue creciendo la tomatera silvestre de la que
hablé el otro día.
Es una de las buenas noticias de este verano,
No sabemos de dónde saca el agua, ni dónde están los
jabalíes que deberían habérsela comido.
Pero ahí está, resistiendo heroicamente a la
inclemencia del tiempo y de las circunstancias.
La verdad es que las tomateras se me daban muy bien
en Almería, siendo una zona predesértica, con lo que ello implica de calor y
falta de agua.
Aunque bien es cierto que allí no había animales que
pudieran comérselas, pues lo que más abundaban eran las piedras.
Sí había y hay caracoles.
Pero eso es otra historia de resistencia.
Los caracoles en aquel páramo eran incontables, pero
resistían bien el calor y cuando no podían más se refugiaban en su concha a
esperar a que marraneara un poco y poder salir a comer, lo poco verde que
crecía en esa circunstancia.
El ganado, fundamentalmente de ovejas, estaba bajo
control de sus pastores, incluso el mío, que pasaba temporadas navegando con
los grandes rebaños.
Mis tomateras tenían un poco de ayuda.
Esta heroína de aquí, no tiene más ayuda que la
sombra del bosque.
En fin, veremos cómo sigue y cuál es su futuro
inmediato.
Si quieres ver el principio de la historia, pulsa aquí.
Postdata a 7 de agosto de 2024.
Tomate con marcas de depredación. |
Esto es lo que queda de la tomatera.
El fruto muestra señales de dientecillos y de oruga.
Las piezas grandes se las debió comer un animal grande, que al sacudir la planta dejó caer al retoño.
Una vez en el suelo, quedó a merced de muchos más pretendientes.
En el mar esto queda muy patente. Para muchos animales marinos, lo primordial es que sus puestas no queden sobre el suelo.
Por eso están adaptadas a evitar eso.
Son buen ejemplo los huevos de tiburones y rayas.
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