Omorgus suberosus (=Trox s.) (Maresme. Barcelona). |
Pero
si el almeriense es un hombre de campo no hará la pregunta, porque enseguida
verá que es un escarabajo.
La
pregunta sí la puede hacer cualquier urbanita, de esos que creen que los huevos
vienen del supermercado.
Cualquier
pedante que lo supiera, le respondería, que es un Omorgus
suberosus (=Trox s.).
Si la
pregunta me la hiciera a mí, como no soy un pedante, le contestaría, que es un
escarabajo que se alimenta de heces y vive entre el estiércol de mamíferos, su alimento. Probablemente
de ahí su diseño de color.
Aunque
te guste, si lo ves, no le des un besito. Bicho, caca. Te lo puedes encontrar en zonas cálidas de todo el mundo.
Decir
que es un escarabajo es más útil que dar el nombre del bicho, que es como no
decir nada. No tiene más objeto que impresionar al interlocutor.
El que pregunta ya ve satisfecha su curiosidad primera sabiendo que es
un escarabajo.
Con
eso ya lo tiene localizado y deduce un montón de cosas que probablemente sean
erróneas pero que le satisfacen.
Al
aclararle un par de datos de la biología del animal, el preguntón ya sabe lo
principal; si pica o si muerde, si come carne o hierba y si es plaga o no.
Cuatro
palabras sencillas, han dado una respuesta enriquecedora.
Si
es la persona muy inquieta, querrá saber también el género en latín, para buscar en su iPhone
detalles de lo que le ha llamado la atención.
-
¿Cómo te llamas? Yo, Pepe. y tú?
- Yo, Antonio.
- Encantado.
¿Para
qué más en una primera presentación?
Luego si hay algo que no se encuentra con facilidad en Internet, se puede añadir como detalle curioso que complementa al nombre:
Soy maltés.
Esa
suele ser la estructura de mis entradas en este blog.
Presento al invitado y doy unas pinceladas sobre él.
Luego
añado algo que conozco por experiencia personal, o que he encontrado rebuscando
en libros y que no se encuentra con facilidad en Internet.
No
me suelen decir encantado, ni aquí ni en Youtube, pero reconozco
que tengo poco encanto, por lo que nunca espero esa cortesía que yo prodigo; si
tiene encanto mi interlocutor, por cortesía y si no lo tiene, por caridad.
Un
día paseando, bien entrada la noche por mi barrio, me encontré con un indigente
y nos sentamos en un banco a hablar.
No
recuerdo de que hablamos, pero sí que nos dio la madrugada.
Ocasionalmente,
me ha pasado en el blog que alguien pregunta o comenta algo.
El
problema es que como no lo espero, a veces pasan semanas hasta que me doy
cuenta del comentario.
Y
entonces quedo como Cagancho en Almagro.
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