Naturalista. Delta del Ebro (España). |
He hablado
en otras ocasiones en este blog, del concepto de naturalista, porque se
tiende a poner a muchos ejemplares en este saco y eso crea confusión que perjudica
al conocimiento.
Por
un lado, está el ecologista.
El ecologista
es una persona que instrumentaliza la naturaleza para beneficio político. No es
un naturalista.
Luego,
está la familia de los vegetarianos, veganos, crudiveganos... y un
larguísimo etcétera de retahíla alimentaria.
Son
personas que tienen más interés por su salud, que por la salud de la naturaleza.
Tampoco, a mi modo de ver, son naturalistas.
Luego
están los concejales de urbanismo, que utilizan la naturaleza para enriquecerse
personalmente y a los partidos que representan.
Tampoco
son naturalistas.
Los
naturalistas son aquellas personas que aman a la naturaleza.
Pero
no con un amor impulsivo de ¡ah!, qué perrito más bonito!, ¡oh!, que gatito más
simpático!
No es
ese el amor del que hablo.
¿Pues,
a qué de amor me refiero?
Por
su condición de racional, el amor que debe ofrecer el ser humano ha de ser un
amor que incluya su faceta trascendente.
Un
amor de entrega, no de posesión.
No
hemos de pensar en un eros posesivo sino en un agapé gratuito.
Un
amor rentable, en el sentido materialista, no es verdadero amor.
El
naturalista que ama a la naturaleza, no puede ser ni un ecologista ni un
contratista ni un concejal.
Es
cierto que al ser señor de todo lo creado, el hombre tiene derecho a
beneficiarse de la naturaleza, pero no a costa de la misma naturaleza, ni en
perjuicio de las generaciones que le han de suceder.
La naturaleza
no ha sido creada para una generación, sino para la Humanidad.
Esto
no es una novedad. Lo proclamó Moisés hace más de tres mil años.
… hagamos
al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoré en los peces
del mar, en las aves, del cielo, en las bestias y en todos los animales
salvajes de la tierra... (Génesis 1:26).
No
se trata de no hacer casas o incluso pisos en bloques, sino que se trata de que
esas obras no destruyan ni empeoren el entorno en que se hacen, especialmente cuando los conocimientos y la tecnología actual, permiten actuar sin deteriorar ni empobrecer el medio.
Sólo a un político se le ocurriría discutir si es más estético un paisaje repleto de
bloques de viviendas, que de bosques.
Como
aclara el personaje de Gracián,... señor has de ser de todas las cosas creadas,
que te sigan no que te arrastren...
Como
amo justo, bueno y agradecido por el lugar en el que se le ha colocado en la
creación, el hombre debe amar todo lo creado, con un amor que haga honor a su
condición de racional.
Dejo
para el final, lo primero.
Un
naturalista debe conocer la naturaleza, para amarla.
En
una de las locuciones interiores del Señor a Santa Teresa de Calcuta, le pidió
que fuera a los lugares más pobres, porque allí no le conocen y por eso no le
aman.
Lo
mismo ocurre con el amor en la naturaleza.
Hay
que conocerla para amarla.
Y
conocerla implica estudio y observación. Es decir, sacrificio.
Un ser humano sacrificado, con interés por el conocimiento, y con amor desinteresado, definen al naturalista.
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