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martes, 7 de febrero de 2023

Naturalistas y otras especies.

 

Naturalista. Delta del Ebro (España).

He hablado en otras ocasiones en este blog, del concepto de naturalista, porque se tiende a poner a muchos ejemplares en este saco y eso crea confusión que perjudica al conocimiento.

Por un lado, está el ecologista.

El ecologista es una persona que instrumentaliza la naturaleza para beneficio político. No es un naturalista.

Luego, está la familia de los vegetarianos, veganos, crudiveganos... y un larguísimo etcétera de retahíla alimentaria.

Son personas que tienen más interés por su salud, que por la salud de la naturaleza.

Tampoco, a mi modo de ver, son naturalistas.

Luego están los concejales de urbanismo, que utilizan la naturaleza para enriquecerse personalmente y a los partidos que representan.

Tampoco son naturalistas.

Los naturalistas son aquellas personas que aman a la naturaleza.

Pero no con un amor impulsivo de ¡ah!, qué perrito más bonito!, ¡oh!, que gatito más simpático!

No es ese el amor del que hablo.

¿Pues, a qué de amor me refiero?

Por su condición de racional, el amor que debe ofrecer el ser humano ha de ser un amor que incluya su faceta trascendente.

Un amor de entrega, no de posesión.

No hemos de pensar en un eros posesivo sino en un agapé gratuito.

Un amor rentable, en el sentido materialista, no es verdadero amor.

El naturalista que ama a la naturaleza, no puede ser ni un ecologista ni un contratista ni un concejal.

Es cierto que al ser señor de todo lo creado, el hombre tiene derecho a beneficiarse de la naturaleza, pero no a costa de la misma naturaleza, ni en perjuicio de las generaciones que le han de suceder.

La naturaleza no ha sido creada para una generación, sino para la Humanidad.

Esto no es una novedad. Lo proclamó Moisés hace más de tres mil años.

hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoré en los peces del mar, en las aves, del cielo, en las bestias y en todos los animales salvajes de la tierra... (Génesis 1:26).

No se trata de no hacer casas o incluso pisos en bloques, sino que se trata de que esas obras no destruyan ni empeoren el entorno en que se hacen, especialmente cuando los conocimientos y la tecnología actual, permiten actuar sin deteriorar ni empobrecer el medio.

Sólo a un político se le ocurriría discutir si es más estético un paisaje repleto de bloques de viviendas, que de bosques.

Como aclara el personaje de Gracián,... señor has de ser de todas las cosas creadas, que te sigan no que te arrastren...

Como amo justo, bueno y agradecido por el lugar en el que se le ha colocado en la creación, el hombre debe amar todo lo creado, con un amor que haga honor a su condición de racional.

Dejo para el final, lo primero.

Un naturalista debe conocer la naturaleza, para amarla.

En una de las locuciones interiores del Señor a Santa Teresa de Calcuta, le pidió que fuera a los lugares más pobres, porque allí no le conocen y por eso no le aman.

Lo mismo ocurre con el amor en la naturaleza.

Hay que conocerla para amarla.

Y conocerla implica estudio y observación. Es decir, sacrificio.

Un ser humano sacrificado, con interés por el conocimiento, y con amor desinteresado, definen al naturalista.

 


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