Bosque creciendo. Foto: Angélica Regidor. |
Voy
a volver a hacer amigos…
Lo
que algunos miopes llaman justicia en España, acaba de avalar la ley Zapatero
sobre el aborto.
Para
no dar la tabarra sobre esta ley de sobras conocida, resumiré pronto y mal lo
que el tribunal constitucional español ha avalado; la sociedad va a poder
seguir matando seres humanos de forma planificada e impune.
En
principio a mí me tendría que dar lo mismo porque ya estoy crecidito y esa ley
no me afecta personalmente.
Lo que me debería importar, es la ley de la eutanasia.
Pero
me sigue importando el aborto por dos motivos muy importantes y absolutamente
ajenos a las ideologías políticas y a los credos religiosos.
El
primer motivo es que las personas a las que se aborta son colegas de especie y
soy un animal social y por lo tanto solidario y empático.
Y
como animal social defiendo a mi especie por mero instinto.
Como
animal social racional, también la defiendo por razones de mucho peso, además de la del
instinto.
No voy a entrar en las monsergas de las semanas de vida del feto, porque la ciencia tiene más que sobradamente demostrado, que desde el momento de la concepción hay ser humano.
Sólo los tontos del bote, algunos políticos y los malvados, niegan esa
premisa que es objetiva, científica y del más elemental sentido común.
Por
eso estoy en contra de esta sociedad de descastados, que está atentando contra
mi especie.
La
segunda razón es más egoísta.
Cuando
una inmundicia se practica con asiduidad, acaba por no dar asco y se llega incluso
a encontrar placer en hacerla.
Eso
es muy peligroso porque supone dar un paso para colocarse en el plano inclinado
de la decadencia.
Como
todos sabemos, cuando algo se desliza por un plano inclinado, va acelerándose y
acaba perdiendo el control.
Se
empieza asesinando a personas a las que no se oye gritar mientras que se las
mata, y se acaba matando por el placer de matar. Nerón el psicópata, es un buen
ejemplo de ello.
Toda
nuestra especie, al margen de ideología o credo, debería estar clamando en
contra de este genocidio que nos está diezmando.
Y
debería estar luchando activamente contra los asesinos.
Todos
con la pluma y la opinión y los no cristianos, también con la espada.
Creo
que los cristianos están exonerados moralmente de este último aspecto, por sus
creencias sobre la vida.
Aunque les sugeriría que leyeran a san Bernardo de Claraval en su carta fundacional de los templarios, para ver si es lícito empuñar la espada para defender al semejante.
Sé
que con esta entrada voy a alejar a los lectores de izquierdas y los de
derechas seguirán sin leerme.
Es
decir, que tiro piedras sobre mi tejado.
Pero
París bien vale una misa.
Y mi
tejado me trae al fresco.
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