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viernes, 21 de junio de 2024

Cuatro patas y dos pies. Convivencia.

 

Cuatro patas y dos pies.
Plátanos de sombra y bancos... de sentarse.


Es un buen lugar para tomarse un aperitivo o un bocata que sirva de comida. En realidad, no son bocatas, tendrán su nombre, que desconozco, pero están muy buenos.

Es un bar con estilo.

Me gusta porque siempre voy con prisas. A menudo veo sentados a esos clientes odiosos, que se instalan con el ordenador y se pasan la mañana a cambio de un café. Antes con el periódico eran menos odiosos, porque se leía más rápido.

El local está en la antigua plaza de los caídos de Badalona.

Al parecer, dinamitaron la cruz y aplanaron la plaza, para que no se caiga nadie.

Las reseñas coinciden en que antes estaba más bonita.

Y es que francamente estábamos mal, pero realmente estamos peor.

Fuera conviven las palomas con la gente y con los niños, cuando no hay niños.

Y a veces, dentro también, lo que debe mosquear a sanidad.

Pero con todo, ordenadores, palomas, perros y niños, es un rincón acogedor.

En la plaza, unos cuantos plátanos de sombra (Platanus), se encargan de dar buena sombra a unos bancos bien situados.

Dentro ya he comentado.

Estilo ecléctico, creo que más para aprovechar, que buscándolo.

Bien iluminado, espacioso e ideal a deshoras.

Se elige, se paga y se come, con lo que ahorra personal; cosa buena si el que hay, está bien pagado.

Luego has de dejar la bandeja en su lugar, al más estiloso modo gubernativo de utilizar mano de obra esclava (gratuita) para reciclar basura.

He retratado unos postres del lugar, de tan buen sabor como aspecto.

Como naturalista me siento bien ahí.

Aunque quizás también te sientas bien, si eres electricista, u ortopeda.

Postre con firma.
Convivencia plácida.

Algo así como bocatas. muy buenos.

Postdata.


Al día siguiente, a la misma hora decidimos comer.

Esto de comer es una mala costumbre pues engorda y cuesta dinero, pero es inevitable. Y como llevábamos unos días tomando ese condumio en el mismo lugar, decidimos otear nuevas fronteras.

Dimos con un establecimiento próximo y aunque el aspecto no nos acababa de gustar, decidimos probar.

Y entramos.

Nos dimos de bruces con un personaje con el aspecto de Sancho Panza.

¿Buenos días, podemos comer?

¿Tienen reserva? nos contestó Sancho.

No, le dijimos.

No hay sitio dentro, sólo en la terraza.

La terraza era un sombrajo en un callejón estrecho y soleado, que más parecía un horno que otra cosa.

De haber sido una piscina, habríamos aceptado encantados.

Pero, era para comer.

Bien gracias, buenos días, le dijimos y salimos.

Nos habíamos alejado unos pocos metros de la puerta, cuando llegó un camarero corriendo y nos dijo; sí, sí hay sitio.

Nos miramos extrañados y con hambre, con extrañeza rayando en el desprecio.

El hambre y el espíritu de aventura pudieron y entramos en el local.

Comimos y salimos.

No merece mayor comentario.

Al irnos nos dijimos, al unísono y como por telepatía:

Aquí no volvemos.

La experiencia no se merece una entrada.

Con una posdata, va de sobras.

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