El barco escuela Cris 1, amarrado en el espigón de la isla de Cabrera. |
Postdata a 2021.05.24.
Una vez editada esta entrada, recibí un correo de Daniel Blanco, que formó parte de la tripulación de los boy scouts del Mar, corrigiéndome unos errores de fechas y otros de sintaxis y redacción.
Efectivamente fue ésta una entrada compuesta de varios textos que no acerté en concatenar.
Son tantas las correcciones, que para no liarme, la rehago.
Gracias Daniel por tus inestimables observaciones.
La
imagen la tomé, probablemente entre los días 6 y 13 de julio de 1986.
Recuerdo
que cuando llegamos a la rada nos acercamos a un espigón en el que estaban
amarrados unos pocos barcos de pesca de pequeño porte, que nos dejaban espacio
más que suficiente para atracar.
Era
el único lugar para amarrar y la alternativa estaba en fondear sorteando las
decenas de yates que estaban anclados en la rada.
No recuerdo porqué causa decidí ir a amarrarme al espigón.
Sin duda por
comodidad, pero no habíamos llegado cuando alguien desde el muelle nos intentó
hacer saber, a voces y gestos, que estaba prohibido amarrarse.
Como no tenía claro quién nos hacía las señales y nos gritaba y no me parecía que estuviera muy convencido de lo que decía, me acerque y eché los cabos al muelle.
Enseguida,
antes de amarrar, salté del barco, para hablar de forma más civilizada,
mientras la tripulación cuidaba de que no golpeáramos el cemento, cosa
improbable pues el día era excelente y el lugar estaba muy a resguardo de
viento y corrientes.
Aprovechando
la circunstancia de que el vigilante estaba sorprendido al tener delante una
goleta centenaria, tripulada por una quincena de jovencísimos boy
scouts, le convencí de qué pretendía una estancia corta y atípica pues no
era el turismo sino la cultura lo que nos traía hasta aquí.
Como
no encajábamos en su esquema mental, enseguida se dejó convencer y me dijo que
podíamos permanecer allí de forma provisional, dejando alguien a bordo por si
llegaba otro barco que tuviera derecho a atracar, pudiera hacerlo.
Y
allí estábamos.
Lo
primero que me llamó la atención fue que al inicio del espigón había unas pocas
construcciones, a modo de las casas que había visto en los spaghetti western rodados
en Almería.
En
uno de ellos, que parecía principal por el porche, había un cartel que
rezaba cantina.
Pululando
había unas pocas personas vestidas con un uniforme militar de pantalón corto y
camisa de manga corta, calzados con sandalias, que tenían el aspecto de ser
soldados del ejército de Pancho Villa.
Pero
eso no era verosímil, por lo que debían ser soldados del Ejército español,
quizás con uniforme de faena de verano, a lo mejor un poco informal o
personalizado, aprovechando la distancia del puesto de mando.
Porque
aquellas casetas eran la versión mediterránea de un destacamento militar
emplazado en la Isla.
El
Ejército español estaba físicamente en Cabrera desde 1919, lo que para
un progre podrá parecer una atrocidad, pero para un naturalista es
una bendición.
Porque
gracias a la presencia militar, Cabrera a mantenido su personalidad hasta hoy.
Lo
mismo ocurre con las Islas Columbretes, que de no haber estado bajo
jurisdicción militar no habrían llegado a nuestros días con la calidad
ambiental con la que han llegado.
Aún
así, en alguna de mis visitas a Columbretes pude ver que eran el cortijo de
alguien del Gobierno autonómico.
Tengo
también mi historia de Columbretes pero eso será otro día. Hoy toca la Isla de
Cabrera.
No
recuerdo los detalles pero si tengo constancia documental de que subí con
los scouts al castillo que preside la rada.
La
isla tiene una historia apasionante y trágica qué de ser suelo norteamericano
habrían hecho películas y una serie televisiva sobre lo que allí aconteció en
la guerra contra el francés.
Pero como es territorio español, dónde la cultura muere día a día con cada uno de sus abanderados, Cabrera es solo un lugar de paso para una minoría con, probablemente, mayoría, de turistas extranjeros.
Estuve
amarrado poco tiempo y luego fondeé.
No recuerdo cuanto tiempo estuvimos allí.
Sí recuerdo que al irnos, al izar el ancla, observé que el fondo estaba, y seguirá estando, formado por un lodo negro azoico.
A
ello colabora la acción de las anclas de decenas de barcos que fondean
diariamente en temporada veraniega y los vertidos orgánicos que producen en sus
estancias.
Esto
podría evitarse poniendo boyas para amarrarse, a cambio de una cuota de
mantenimiento y obligando a los barcos a precintar sus depósitos de aguas
negras durante su estancia en la rada.
Pero
es demasiado pedir para un país como España que no tiene ninguna vocación dejar
de ser una república bananera.
Instrúyete
bien Antonio, para que si has de tomar decisiones en la España del futuro, no
seas como los gárrulos vagos, desalmados e ignorantes que hoy nos gobiernan,
que toman las decisiones con el bolsillo, con las consecuencias negativas que
ves cada día.
Sin
duda habrá excepciones, pero no las conozco.
No
es un asunto de ideología es un tema de sensibilidad y cultura…
… aunque
en realidad sí es un tema de ideología, pero hay ideologías que por definición
no implican sensibilidad ni cultura.
No sé como me he ido del tema.
Volviendo a mi fondeo con el CRIS 1, como no era seguro con nuestra ancla de almirantazgo, fondeé con mucha cadena y para no bornear, lo amarré por popa a un pino de las rocas, ilustrando bien la estacha que llegaba al pino, para evitar qué ningún apresurado se hiciera daño con ella.
Aunque
por aquellas fechas la probabilidad de ese accidente era escasa, pues no había
motos de agua manejadas por descerebrados sin título.
Entiende
lector que si manejas una moto de agua y tienes cerebro, aunque no tengas
título, esto no va contigo.
Si quieres puedes consultar esta otra entrada sobre el CRIS 1 en la Isla de Cabrera.
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