Foto: Dominio público. |
Sin duda sí. Naturaleza chunga, pero Naturaleza. De hecho ya
he hablado de ella en este Blog.
Me han vacunado. Con la Pfizer, una de las
éticamente correctas.
Me la han inyectado en el CAP de Mongat (Barcelona).
Ha sido un visto y no visto.
Éramos unos cuantos mindundis, y unas monjitas de clausura.
En fin, todos clase media o baja.
Me llamó la atención la tela de aspecto tosco y áspero de los hábitos de las monjas, que se veían pesados y daba la impresión de que debían ser fríos en invierno y calurosos en verano. Iban con sandalias y se les veía vivaces y alegres, desentonando gratamente con el sórdido mundo que de ordinario nos rodea.
Me resultó curioso el contraste de las batas blancas de las enfermeras y los hábitos marrones de las monjas, ambas prendas vistiendo a personas que nos estaban ayudando físicamente y que nos ayudan espiritualmente.
Personas rodeadas de unos beneficiarios de esas ayudas, que no podíamos corresponder más que mirándolas con respeto y cariño.
Nos han tratado como a marqueses.
La organización, perfecta. El trato excelente.
No he tenido casi secuelas de la vacuna. Sí de la experiencia.
Ya sabía que la Sanidad pública española es excelente, a
pesar de los políticos.
Pero gusta contrastarlo. Lo contrasto demasiado a menudo.
¿Nos hemos de vacunar?, ¡claro!
Algunos dicen; las vacunas nos programan y nos pueden
matar.
¡Más te programa la telebasura y más te mata la comida
industrial, ¡y bien que la miras y te la comes!
¡Menos lobos, Caperucita roja y
vacúnate, que no vives solo!
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