Hace años navegué con el buque escuela CRIS 1 al
islote de Es Vedrá, en Ibiza.
Recuerdo que era una gran roca cónica partida como con un
hacha por el centro, de forma que se daban la cara dos paredes lisas que por
sus dorsos caían en acantilados inclinados como las paredes del cono. En el centro de
la gran grieta del hachazo quedaba una superficie de agua lo suficientemente
amplia como para que cupiera el barco.
En otras circunstancias no me habría atrevido a meterme allí, pero
en ese día radiante la mar estaba como un plato y el tiempo era muy apacible
desde hacía días, de manera que no sólo me atreví a meterme en la grieta, sino
que decidí que buceáramos en las azules aguas que aguantaban al barco. Luego
vimos que había más de cuarenta y cinco metros de profundidad.
No podía fondear, por lo que dejé el barco al pairo con el motor en marcha y la hélice quieta. Todo fue como la seda.
No podía fondear, por lo que dejé el barco al pairo con el motor en marcha y la hélice quieta. Todo fue como la seda.
En esta foto traigo una imagen de aquella inmersión.
Inmersión en Es Vedrà. (Foto: CRIS 1). |
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