Palmera desmelenada. Foto: Angélica Regidor. |
Hoy
he bajado el puerto.
Bueno
no hoy exactamente, hace un par de días. Pero con el ritmo de vida que
llevo, es todo un poco intemporal.
Soplaban
vientos con rachas de setenta u ochenta kilómetros por hora.
Bueno
eso decía el parte meteorológico en las estaciones donde lo miden. Pero el
puerto está protegido por edificios y las ráfagas serían menores.
Las
palmeras, que estaban altas lo habrán notado más.
He
visto unas obras y he cogido piedras para ponérmelas en los bolsillos y que no
se me llevara el viento.
No
se me ha llevado y aquí estoy. Con frío pero entero.
Me
han llamado la atención las palmeras desmelenadas y por eso te las traigo.
Lo
bonito de la historia es que cuando vemos palmeras muy agitadas por el viento,
están en un entorno nublado y oscuro, lo que da un aspecto tétrico que inspira miedo.
Pero éstas no.
Hoy el marco es un día soleado y muy despejado, que las hace parecer un poco irreales, con las hojas agitadas por una fuerza que no se ve ni se siente.
Sólo se puede intuir.
Me gusta la naturaleza enfadada, pero aseada.
Sigue siendo mucha, pero parece como
si fuera menos.
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