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miércoles, 4 de enero de 2023

Palabra y divulgación cultural.



Conferencias del Club de Vanguardia.



Tenía en la despensa esta entrada, pero un encuentro casual de esta mañana, me ha inspirado a subirla ahora.

Desde siempre, he dedicado el tiempo libre a la divulgación cultural.

La forma más sencilla y económica, de hacerlo, era la divulgación a través de charlas. conferencias o entrevistas en los medios.

Más sofisticada fue la difusión a través de los museos que creé o del barco oceanográfico que armé en los 80’.

Como mi trabajo me lo permitía, la mayor parte de estas actividades, las financiaba con los ingresos de mi actividad profesional.

Eso me ha permitido dedicar unos recursos y llegar a unos ámbitos a los que de otra forma no habría podido llegar la cultura.

Residencias de ancianos, escuelas poco o mal atendidas, colectivos marginales etcétera.

Hoy voy a hablar aquí, de mi actividad de divulgación a partir de la palabra.

El número de charlas y conferencias que daba era tal, que me hicieron un nombre, quizás más que por la cantidad, que por la calidad.

Quizás por ambas cosas.

Lo que contaba era interesante y al parecer lo contaba de forma amena.

Nunca me importó la audiencia.

Una vez di una conferencia sobre tiburones en el local social del CRIS, de la calle Pelayo, a la que asistieron dos personas.

La organización me ofreció suspender la actividad, pero me opuse, pues entendía que esas dos personas tenían derecho a satisfacer su interés por el tema que habían venido a escuchar.

La conferencia la daba en una sala anexa al bar del local social.

Cuando acabe éramos doce o quince personas, pues los socios que iban pasando por la barra del bar, pedían su consumición y se pasaban a la sala donde estábamos, para escuchar la charla.

Hablo del mínimo, pero lo normal era llenar salas medianas con un aforo medio de entre veinte y cuarenta personas.

En el extremo de máximos recuerdo una conferencia que di sobre tectónica de placas, en un barrio obrero de Barcelona, organizada por el Ayuntamiento de Barcelona, a través de uno de sus Distritos:

En una sala de actos descomunal, me metieron alrededor de cuatrocientas personas, entre las que se encontraban desde niños a ancianos.

Tengo presente la sensación de pánico que sentí, al verme frente a aquel auditorio, en anfiteatro y platea, al que tenía que hablarle de tectónica de placas.

Era evidente que algo había fallado, pues lo que tenía que ser una charla de divulgación científica se había convertido en un acto popular.

Sin embargo y aunque suene extraño, lidié aquel toro.

El heterogéneo público aguantó hasta el final y salió sabiendo que los continentes flotan y se mueven.

Como decía más arriba, este bagaje de charlas, hizo que algunas entidades como el Club de Vanguardia, dependiente del periódico La Vanguardia, me contratara para dar conferencias.

Me las pagaban muy bien, hasta el punto que llegó el momento que ingresaba más por dar conferencias que por mi labor profesional principal como economista.

Parece que esto significaba un progreso, pero no fue el principio del fin.

Al cobrar por mis conferencias dejaron de ser una cuestión vocacional.

Y me sentí como un mercenario de la cultura.

Un día dando una conferencia sobre arrecifes coralinos en la sala del Club de Vanguardia, fui consciente de ello.

Me sentí incómodo porque me pagaran por repetir lo que había estudiado en los libros. Sé que eso es lo normal y que los divulgadores se les paga por eso.

Pero a mí me sabía a poco y recuerdo que con el público delante, en una de las pausas y mientras los contaba sobre la vida de los corales, decidí no volver a dar una conferencia, que no fuera por pura satisfacción personal y en la que no pudiera aportar experiencias inéditas propias.

Y desde entonces no he vuelto a dar una conferencia o a escribir sobre un tema, en el que no tenga una experiencia vivida, que sumar a lo que dicen los libros.

Es lo que se refleja en este blog.

Donde prácticamente todas las fotografías son inéditas y en las entradas, hablo de experiencias vividas y observaciones realizadas por mí.

Y remito a Internet para asuntos generales.

No sé si me he hecho entender, pero estoy escribiendo esta entrada en un ambiente tan alterado que me resulta difícil mantener el hilo de mi pensamiento.

… Por eso procuro escribir en soledad y tranquilidad, pero las circunstancias hacen que no siempre pueda ser así.



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