El autor, charlando con un operario, inmediatamente antes de iniciar el derribo. |
Hoy
va de rollo, para leer despacio en la mesa camilla.
Me cuesta
escribir sobre la sustitución del muro de piedra que rodeaba el Seminario Conciliar
de Barcelona, por la verja que hoy lo circunda.
Porque
no fue cambiar un cerramiento por otro.
Fue la
consumación de un proyecto que llevaba muchos años enquistado, que se resolví
de una manera sencilla en la forma, pero muy compleja en el fondo.
Necesito
remontarme un poco en el tiempo para hacer más comprensible la historia.
Me
remitiré a los años de cambio de siglo, en los que estaba como técnico superior
en economía en el ayuntamiento de Barcelona.
En
1990, harto de la vida urbana, pedí excedencia, lo dejé todo y me fui al
desierto de Almería, de labriego.
Tras
la excedencia, en el año 2000, me encontraba reintegrado en el ayuntamiento.
Una
mañana, me presenté en el museo geológico del seminario y conocí al director,
el Dr. Calzada, un escolapio que había sido director de la Escuela Pía en la
calle Diputación, donde había realizado mis estudios hasta el preuniversitario.
Lo
importante en todo esto, es que un servidor estaba consolidado en el ayuntamiento
de Barcelona y en el museo del seminario.
Aunque
mis oposiciones de ingreso fueron como técnico superior en economía del ayuntamiento
de Barcelona, mi natural inquietud me llevó a pedir diversos destinos y tras
varios años, estaba en ese momento, como responsable económico del Programa Barcelona
posa’t guapa (Barcelona ponte guapa), que se
ocupaba de rehabilitar fachadas y restaurar monumentos y lugares destacados de
la ciudad.
Con
un pie en el museo y el otro en el seminario lo demás vino solo.
Enseguida
me di cuenta de que el muro que rodeaba al seminario le robaba muchas
posibilidades y distanciaba algo tan entrañable, tradicional y culto, del resto
de la ciudad.
Eso
era una pena pues la tradición y la cultura habían sido siempre en Cataluña
signos de identidad de la catalanidad.
Pronto
planteé al ayuntamiento la posibilidad de quitar el muro, pero me dijeron que
ese había sido un viejo proyecto de Pasqual Maragall, que durante diecisiete años
(algunos de ellos siendo alcalde de Barcelona), había peleado por eliminarlo,
sin conseguirlo. Me lo presentaron como una batalla perdida.
Conocí
a Maragall en el gabinete de programación donde me inicié como funcionario y
luego traté con él ocasionalmente y de manera muy puntual, lo suficiente como
para ver en él a una persona buena, honrada y fiel.
Había trabajado también como asesor del alcalde Clos.
Enseguida
entendí, conociendo ambas partes, que el fracaso en la negociación del muro
había sido históricamente, fruto de un mal planteamiento de la cuestión.
Me
puse entonces a tantear el tema.
Puesto
que las intenciones del ayuntamiento eran las de embellecer la ciudad sin
perjudicar al seminario, y la actitud del seminario era cordial y negociadora,
no había motivo real por el que no pudieran llegar a un acuerdo.
El
resultado lo tenía cierto, me faltaba el dinero, del que carecían ayuntamiento
y seminario.
Pero
precisamente mi destino en el ayuntamiento estaba en ese momento en Barcelona
ponte guapa, desde donde se trataba de rehabilitar enclaves urbanos de interés,
a partir del patrocinio de empresas privadas.
Alargaría
mucho el relato, explicar en detalle este proceso.
Fueron
días de constante ajetreo mental para desbaratar los obstáculos de una y otra
parte.
El rector
del seminario estuvo enseguida de acuerdo y se puso a remar en el mismo
sentido. Al ayuntamiento no había que convencerle de nada.
Así
se gestó el cambio de muro del seminario.
Lo
que quedan son anécdotas, que quizás contaré otro día... las que se pueden
contar.
Extracto
del texto original, creo que inédito.
prueba de imprenta de publicidad de Barcelona ponte guapa. Diseño: J.M. Asensi. |
Prueba de imprenta de publicidad de Barcelona ponte guapa. Diseño: J.M. Asensi. |
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