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lunes, 13 de octubre de 2025

Inteligencia artificial y docencia, hace cuarenta años.

 

A Jordi Ardid.


Aula del segundo local, en el puerto de Barcelona, de Barcelona i la mar.

Este domingo por la tarde, estudiando un poco por encima, el asunto de la inteligencia artificial, me vino a la cabeza una actividad que realizaba en el programa Barcelona i la mar, que bien podría entenderse como una actividad pionera de inteligencia artificial aplicada a la docencia. Inteligencia artificial en su esencia y estructura, pero con unos medios limitadísimos, propios del tiempo en que realizaba la actividad, los años ochenta y de mis recursos económicos.

Quiero antes dejar bien claro que no tengo relación profesional con la informática y no soy ducho en esa habilidad, de tal modo que cuando entro en terrenos un poco complejos, recurro siempre a un informático profesional.

He hablado en varias ocasiones del programa Barcelona i la mar y hasta ahora no he caído en que el lector se habrá preguntado por qué pongo una i latina en lugar de una i griega (y), que es lo que procedería.

La razón está en que la denominación es en catalán y en catalán se escribe con i latina, por eso lo pongo siempre en cursiva salvo en los títulos de las entradas que lo pongo entrecomillado, porque no sé si deja, o no sé ponerlo en cursiva.

Dicho esto, voy al meollo de la cuestión.

Barcelona i la mar pasó por varias etapas, porque debía ir adaptando el programa a las posibilidades de local que tenía a mi disposición en cada momento. No sé si podría decir que el programa era una versión semejante a la historia del holandés errante.

Cuando conseguí una estabilidad que al final resultó relativa del local, decidí que las vitrinas en las que se exhibían los ejemplares dedicados a la docencia de los alumnos, estuvieran abiertas para que los chavales, además de ver el material, lo pudieran tocar.

Era una apuesta arriesgada pues si bien me ocupé de que no hubiera ejemplares frágiles, no tenía modo de evitar que se los llevaran.

El que los pudieran tocar tenía su fundamento en que la textura y el peso daban mucha información al alumno, información que no se podía obtener por la simple observación del ejemplar en la vitrina.

Mi objetivo era progresar en la docencia y me pareció que era más importante eso, que el riesgo incierto de que pudiera desaparecer o romperse algún ejemplar.

Pero ese era solo el objetivo más inmediato.

El fin más ambicioso, era que llegaran a clasificar el sujeto por sus propios medios, sin ayuda directa de un profesor o tutor.

Tenía en casa un ordenador Amstrad, que utilizaba poco. Era un ordenador muy sencillo que se podía programar con BASIC, un lenguaje de programación también muy sencillo.

Instalé el ordenador en el local en el que desarrollaba parte de las actividades de Barcelona i la mar (como explico en el blog una buena parte de actividades desarrollaban a bordo del barco escuela CRIS 1) y estudié algo de BASIC, para desarrollar un programita que me permitía clasificar de forma muy sencilla e intuitiva, algunas de las piezas que exponía.

Voy al grano porque no quiero alargarme.

El asunto es que los jóvenes podían coger y examinar algunos ejemplares, irse al ordenador y siguiendo las indicaciones que aparecían en la pantalla, llegar a clasificar por sí mismos lo que habían cogido.

El asunto era muy sencillo porque se basaba en las clasificaciones dicotómicas que se utilizan para identificar especies.

La complejidad de estas claves puede ajustarse al nivel docente que desea quien las prepara.

Barcelona i la mar, asistían escuelas privadas, las menos y mayoritariamente, escuelas públicas.

La inscripción era una cantidad simbólica y las escuelas que lo pedían, participaban gratuitamente. El programa estaba financiado al cincuenta por ciento, por la Caja de ahorros y monte de piedad de Barcelona (hoy la Caixa) y por un servidor.

La mayor parte de los alumnos eran de extracción social media a baja y la mayoría de ellos no tendrían ni tan siquiera ordenador en casa.

Ver a algunos de esos chicos eufóricos, porque habían conseguido clasificar un animal que hasta ese día ni tan siquiera habían visto y menos tocado, era un espectáculo de lo más gratificante para un maestro frustrado, que había dejado mucho, para dedicarse a la docencia.

Naturalmente me estoy refiriendo a un servidor.

La actividad a este nivel de intensidad duró dos años, pues me echaron del local para derribar toda la zona y dedicarla a actividades comerciales del puerto.

Este ha sido siempre el final de mis iniciativas culturales museísticas, que han acabado sustituidas por actividades comerciales más rentables.

Me pasó en Esplugas de Llobregat, en Almería, en Barcelona... doy cuenta detallada de todo ello en el blog.

Volviendo a Barcelona i la mar de vitrinas abiertas, recuerdo perfectamente que, en los dos años, solo se estropeó una pieza y no eché a faltar ninguna.

Más adelante.

La Caixa en otra actividad inspirada en la mía, intentó plagiar mi idea de que los visitantes pudieran tocar los ejemplares expuestos, pero lo hizo en una exposición en la que había erizos de mar y estrellas de mar vivos en acuarios.

Naturalmente fue un fracaso pues estos animales tienen un sistema locomotor relacionado con el exterior de manera que en lugar de agua les entraba aire, hasta matarlos.

Es lo que pasa cuando un imitador tiene dinero, pero no tiene cerebro ni quiere reconocer que está plagiando lo que no entiende.

Algo parecido me pasó con la ballena que recuperé en el puerto de Barcelona de la que hablo en otro lugar del blog y en la que no me extiendo aquí, porque ahora sí, de verdad, quiero acabar por hoy.


 

Si quieres ver unos apuntes sobre la ballena a la que me refiero, puedes ir aquí, es la ballena enterrada en Esplugues del Llobregat:




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