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Tartaruga: Salida a varadero. |
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Tartaruga: Aleta de babor. |
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Tartaruga: Popa. |
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Tartaruga: Proa. Foto: Angélica Regidor. |
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Tartaruga: Interior camarote: Cubierta. |
Esta fue mi casa durante un tiempo que aspiraba a
que fuera más, olvidando que cuando uno es víctima de sus circunstancias, no
controla su vida. Y acabé vendiendo mi casa y mi vida. Las dos las liquidé a
precio de saldo y sin alternativa plan de contingencia. Es decir, quemé las
naves.
Pero eso lo podían hacer Alejandro Magno o Hernán Cortés, que eran gente de valía, no un mindundi como yo, que en esta vida no ha conquistado más que el fracaso o el éxito pírrico de proyectos culturales sin ningún interés para mis contemporáneos.
Nunca debí dejar la autonomía de la vela y pasarme al motor.
Pero entendí que una embarcación a motor era de más fácil manejo para una tripulación inexperta, por lo que en caso de emergencia o de causa mayor, no sería necesaria mi presencia. Eso me animó a dar el paso.
Me equivoqué, pues la tripulación no solo era inexperta, sino desganada e incluso hostil, de manera, que igual final habría tenido quedándome en la vela y me hubiera ahorrado un sinfín de dinero, de quebraderos de cabeza, de disgustos y hoy probablemente seguiría embarcado.
Mi idea al elegir esa embarcación, era recorrer con la familia el Mediterráneo occidental que conocía de navegar a vela, a motor, accediendo a rincones que me quedaron pendientes, pues husmear la costa a vela es demasiado entretenido, pero hacerlo con una embarcación que alcanza los 40 nudos frente a los cinco de una embarcación a vela, es factible y divertido.
También pensé en los canales de Francia, pero enseguida vi que mi circunstancia hacía eso imposible, aunque la embarcación lo permitía, pues era completamente autónoma y autosuficiente, salvo en el combustible, pero con 400 litros de capacidad en el depósito, daba para mucho más de lo que me planteaba en mi singladura más ambiciosa.
Pero como estos recuerdos son dolorosos para mí, pues son el principio de la evidencia del fin de mi relación con el mar, no me regodearé en ello y dedicaré la entrada, añadiendo flashes, a la que fue mi casa, que recuerdo desde la celda, en el inicio de mi milla verde.
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Tartaruga. |
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