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lunes, 22 de febrero de 2021

A Daniel Blanco.




Apreciado Daniel. Te contesté al comentario, pero no sé si te llegó la respuesta. Soy un mal escritor y peor informático. Pero no importa. Te vuelvo a contestar ahora, o mejor, te amplío la respuesta de ayer.

De nuevo, gracias. Fue gratificante leerte.

Te recuerdo perfectamente; una cara despejada, tez limpia y clara, mi misma alzada, actitud inquieta y siempre sonriente.

Si cierro los ojos te veo perfectamente e incluso soy capaz de reconstruir tu voz.

Te gustaba contar historias y chistes. Eso lo teníamos en común. Sigo igual, soy insoportable, me enrollo como una persiana y siempre tengo un chiste oportuno, o inoportuno, pero que viene al caso. O a mí me lo parece. 

El último contacto tangible que tengo tuyo es una invitación, el 27 de noviembre de 1999, para celebrar tu onomástica en un local del Born.

He recurrido a la calculadora y me da 22 años entre hoy y ese año.

Siendo laxos, Una generación. No sé porque he recurrido a la calculadora, quizás porque soy de ciencias: Pasé setenta años con una cuenta de mi edad hasta que mi hermana me tuvo que advertir; ¡te pones años! De repente, me sentí joven.

Desde entonces utilizo calculadora, incluso para mis cumpleaños, que no celebro pero de los que siempre alguien se acuerda por mi.

¡Una generación!

Por lo que a mí respecta, soy un fósil. El mismo, pero más acartonado.

Tengo un correo electrónico tuyo, que probaré. A ritmo de "El gran silencio" , que es mi velocidad de crucero.

Gracias por leer el blog, si todavía no te has aburrido de hacerlo.

Un abrazo.

2 comentarios:

  1. Es un placer enorme volver a dar contigo y poder intercambiar ni que sea sólo unas palabras. Me disculpo por tardar tanto en responder. Los primeros días después de dejar mi nota me pasé un par de veces por si caía una respuesta rápida, pero a partir de ahí, consciente de que todas las cosas tienen su propio ritmo y de que en un blog un comentario puede pasar meses inadvertido facilmente entre docenas de ellos, decidí espaciar un poco más las visitas y aprovechar para ir leyendo ocasionalmente tus entradas, una a una, a partir de la primera (ya voy por marzo de 2020).

    Lo que no me esperaba en absoluto era encontrar publicado un artículo en tu blog con mi nombre y todo, cosa que ocurrió accidentalmente el jueves pasado. Me siento enormemente halagado. No, en serio: Es una atención que no me corresponde. No dejo de ser un advenedizo que cayó de refilón y por casualidad dentro del cesto de actividades del CRIS-I, ...y encima el primer día llegué tarde (incluso dentro del grupo scout, donde me acogieron con los brazos abiertos y conocí compañeros excelentes, también mi entrada había sido tardía).

    En realidad, entre interrupciones y responsabilidades, llevo ya tres días intentando componer esta nota. Quiero dedicarle toda la atención que merece.

    Eres muy amable con la descripción que haces de mí. Yo también tengo un recuerdo tuyo muy claro y nítido, y recuerdo muy bien tu voz. Te considero uno de los mejores oradores que he conocido, instructivo, entretenido y divertido; y te aseguro que he tenido ocasión de asistir a muchas charlas y conferencias desde entonces. No hay experiencia mejor que aprender cosas nuevas, y si además puede ser entre carcajadas y con un humor inteligente, se vuelve una experiencia insuperable.

    El tiempo pasa para todos, y todos acabamos por oxidarnos, es lo natural. En un lugar como este blog, ser un fósil es de lo mejor que se puede ser: Una ventana abierta al conocimiento de nuestros orígenes más remotos y humildes, de la vida y de la historia natural. Por mi parte estoy encantado de compartir titulares con el "Vasum Locklini" y las "Pirolusitas-psilomelanas". :D

    Dices que cada cosa que haces vale la pena si sirve por lo menos a una sola persona: Pues bien, aunque puede ser que no lleguen hasta ti los ecos de tu esfuerzo, puedes tener la total seguridad de que la inmensa labor que has hecho a lo largo de todos estos años ha sido la chispa que ha encendido infinidad de vocaciones, que ha despertado sensibilidades nuevas y que ha servido de ejemplo a muchas otras personas. Gente joven, que incluso sin saberlo ha cogido el testigo y - cada uno a su manera -, va a continuar haciendo ese trabajo tomando el relevo. Porque no puede ser de otra manera, porque es inevitable que sea así: Es la labor de las semillas.

    No quiero ponerme profundo. Mi dirección de correo electrónico cambió apenas un año después. Es la misma salvo por el nombre de servidor (la parte que sigue a la '@'), que en lugar de ser "@bigfoot.com" es "@zocomundo.com". Tengo un correo tuyo, te escribiría allí, pero creo que es del trabajo y no sé si después de tantos años seguirá activo. Probablemente no. Las estructuras de Internet son increíblemente eficientes, pero tienden a ser bastante efímeras.

    Tienes razón en me gusta contar historias. Comentaba al principio que mi primer día en el CRIS-I llegué tarde a la cita, y - aunque no sé si viene al caso -, me gustaría contarla. Pero no quiero abusar ni de tu espacio ni de la paciencia de tus lectores, así que lo haré en una respuesta aparte.

    Recibe un abrazo muy, muy cordial.-

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  2. Creo que es la primera vez que cuento esta historia, la de mi primer día en el CRIS-I, en el que llegué tarde.

    No recuerdo la razón de mi retraso. Tenía las indicaciones precisas, tenía la motivación y por entonces ya era una persona medio-formal, pero para cuando llegué al amarre, casi al final del muelle de Bosch i Alsina frente al desaparecido club de la Escuela de Náutica, ya habíais zarpado y - literalmente - "había perdido el barco". Por suerte yo iba motorizado con mi vieja vespa de tercera mano, leal y desvencijada, experta montura de mensajero a quien se le ocurrió la idea de subir al castillo de Montjuich por ver si teníamos la suerte de localizaros desde allí arriba. Ella encontró el camino sola.

    Todavía no conocía el CRIS-I, no lo había visto nunca, pero por la detallada descripción que me había hecho Javier el día antes, apenas asomar mi nariz sobre el muro del mirador, lo identifiqué enseguida. Navegaba a motor, con las velas recogidas, y desde aquella altura era poco más que un punto claro sobre el agua, pequeño y distante: "¡Tiene que ser aquel!"

    Hacía buen tiempo aunque no recuerdo un día particularmente soleado. La mar, tranquila. Os pillé justo cuando estábais enfilando la salida, y durante la siguiente media hora o cuarenta minutos estuvisteis haciendo maniobras a cierta distancia frente a la bocana del puerto, por fuera.

    Me quedé allí todo ese tiempo observando con atención y curiosidad. Así que en cierto modo también estuve presente, aunque siguiendo la lección desde fuera de la clase (una situación que no me era del todo ajena como estudiante).

    "Curso de náutica a distancia". Primera lección: La puntualidad.

    En un momento dado pusisteis proa otra vez hacia el puerto. Recuerdo vagamente que nada más entrar tuvisteis que haceros a un lado durante un rato para facilitar la maniobra de salida de un carguero. Todo el proceso, desde el principio fue interesante de observar y me recuerdo tratando de interpretar, a vista de pájaro, el motivo de los movimientos que hacíais todos los implicados: carguero, remolcador, práctico ...y vosotros.

    Una vez terminada la maniobra seguisteis vuestro rumbo hacia el interior del puerto, momento en el que me subí otra vez en la moto y salí disparado de vuelta hacia Bosch i Alsina (entonces todavía "moll de la fusta", para mí). Como esta vez el camino era de bajada, os saqué ventaja y tardé menos que vosostros.

    Llegué justo a tiempo de atar la moto y veros recorrer los últimos 50 metros hasta llegar al amarre, así que pude echar una mano en la maniobra. Me hizo ilusión, porque llevaba más de un año sin hacer nada parecido. Había hecho mi servicio militar en la armada en el Arsenal de Las Palmas, y - aunque no sé decir por qué -, esta era una de mis guardias favoritas: asistir en las maniobras de amarre de las embarcaciones que llegaban. Ya tenía la satisfacción personal de haber amarrado a los buques J.S. de Elcano y el Libertad (escuela de la armada argentina), el portaaeronaves Príncipe de Asturias (¡qué pequeño!) y el buque hospital Esperanza del Mar, entre otros. Todos buques muy interesantes para un lego como yo. Sin embargo, no estuve embarcado sino destinado en dependencias de tierra, así que de entre todos ellos, por supuesto y con mucha diferencia, mi barco preferido desde aquel día ha sido siempre el "CRIS-I", porque es el único en el que navegué de verdad, hice vida marinera, e incluso piloté con mis compañeros, y al que pude llegar a sentir también "mío". Fue mi buque escuela.

    Sobra decir que el sábado siguiente fui puntual como un ancla.

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