Aquí
estoy, pasando frío, en una charca de aguas de deshielo en la Sierra de Gredos,
en invierno (Foto: Carmen Galante). |
Efectivamente
pasé mucho frío pues el traje de neopreno de siete mm. No era del neopreno
magnífico que se produce hoy. Esa inmersión me inspiró un artículo en el que advertía
que la reacción al frío no es paulatina, sino que en un instante el cuerpo
entra en crisis y enseguida se queda sin fuerzas.
De hecho, caerse al mar en
invierno en aguas de Mar del Norte te da una supervivencia creo recordar que de
cinco a siete minutos, lo que hace inútil buscar supervivientes en un
naufragio: Un pariente muy próximo capitaneaba un mercante en el Canal de la
Mancha ya entrado el mes de mayo de 1970 y fue abordado y hundido por otro
mercante. De trece tripulantes sobrevivieron siete, entre ellos él, un hombre
corpulento y rico en tejido adiposo. El afamado y querido navegante Eric
Tabarly desapareció en la misma zona en una caída al mar en plena regata.
En
fin, que el frío es malo y no avisa. Salvando las distancias, no debí haber
buceado allí sin protección adecuada.
Pero
aprendí más. Estuve fotografiando truchas y vi como una se metía en su agujero,
con la cabeza mirando para afuera. Cuando me acerqué con la cámara por delante
se impulsó contra mí dando un fuerte golpe a la cámara. Me llamó la atención la
agresividad de la trucha acorralada, lo que no es sorprendente en el gran
predador de los cauces fríos y rápidos de los torrentes de montaña, entre
otros. Porque en Gredos no hay salmones. Podría haber seguido con el
experimento de las truchas y su agresividad, pero el frío me mataba y no quería ser pasto de truchas. Moraleja,
en el agua, si sientes frío, sal enseguida.
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