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miércoles, 15 de enero de 2020

Inmersión en aguas frías.

Aquí estoy, pasando frío, en una charca de aguas de deshielo en la Sierra de Gredos, en invierno (Foto: Carmen Galante).


Efectivamente pasé mucho frío pues el traje de neopreno de siete mm. No era del neopreno magnífico que se produce hoy. Esa inmersión me inspiró un artículo en el que advertía que la reacción al frío no es paulatina, sino que en un instante el cuerpo entra en crisis y enseguida se queda sin fuerzas.

De hecho, caerse al mar en invierno en aguas de Mar del Norte te da una supervivencia creo recordar que de cinco a siete minutos, lo que hace inútil buscar supervivientes en un naufragio: Un pariente muy próximo capitaneaba un mercante en el Canal de la Mancha ya entrado el mes de mayo de 1970 y fue abordado y hundido por otro mercante. De trece tripulantes sobrevivieron siete, entre ellos él, un hombre corpulento y rico en tejido adiposo. El afamado y querido navegante Eric Tabarly desapareció en la misma zona en una caída al mar en plena regata.

En fin, que el frío es malo y no avisa. Salvando las distancias, no debí haber buceado allí sin protección adecuada.

Pero aprendí más. Estuve fotografiando truchas y vi como una se metía en su agujero, con la cabeza mirando para afuera. Cuando me acerqué con la cámara por delante se impulsó contra mí dando un fuerte golpe a la cámara. Me llamó la atención la agresividad de la trucha acorralada, lo que no es sorprendente en el gran predador de los cauces fríos y rápidos de los torrentes de montaña, entre otros. Porque en Gredos no hay salmones. Podría haber seguido con el experimento de las truchas y su agresividad, pero el frío me mataba  y no quería ser pasto de truchas. Moraleja, en el agua, si sientes frío, sal enseguida.

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