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domingo, 19 de enero de 2020

El barco para un naturalista. Ver desde otro punto de vista.


Barco porta contenedores fondeado frente al puerto de Barcelona. Desde tierra también se ven los barcos fondeados, pero desde otra perspectiva.

Cuando se creó en España la Asociación de Navegantes de Recreo ANAVRE me di de alta en ella porque tenía barco y nacía una Asociación con mi forma de ver el mar, lo que me permitió disponer de uno de los primeros carnés, el número 55. Era un yachtsman con barco, pero no era rico, bien al contrario. No era rico ni tenía intención de aparentar riqueza. Me dí de baja cuando las fuerzas no daban para más.

Hacienda y algunos conocidos pensaban “si ese fulano tiene barco es que estará “forrado”. Pues estaban equivocados, los conocidos por ignorantes, y Hacienda por mala fe cegada por su afán recaudador.

El barco para mí es más importante que el coche: El coste de un pequeño velero con aspiraciones mediterráneas está por debajo del de un coche de gama alta, al igual que su mantenimiento.

En número de barcos España está entre los últimos países del mundo desarrollado en barcos por 1.000 habitantes, a pesar de ser una península y disfrutar de un tiempo magnífico con veranos de ensueño. No sé el puesto de España en coches de gama alta.

Tener barco no es un problema de dinero, sino de actitud. El barco es una herramienta que actuará en función de los valores morales de quien la utilice.

Para mí como naturalista, el barco es el camino a un mundo distinto, al ámbito donde se inició la vida, un camino al conocimiento de las formas elementales y espectaculares de vida, porque asocié la náutica al buceo.

Para mí como persona, navegar es el constante reto de la superación física y mental, pues nunca sabes que te espera en las siguientes horas de un mar en constante cambio, y cuanto durará lo que te espera, sea bueno o malo, sabiendo que si es bueno ¡excelente!, pero si es malo no tendrás la opción de decir, “me apeo y espero a resguardo a que pase el chaparrón”. Tener barco y navegar en él es tener confianza en uno mismo.

“Pero yo me mareo”, dicen muchos”. ¡Toma, y yo!, pero es el precio, que pago con gusto, por ver un pez volador haciendo un vuelo increíble frente a aguas claras y someras de Formentera o por ver un amanecer en el mar tras una larga y fría noche.

Es una pena que mis conocidos sean tan toscos difundiendo leyendas urbanas y que Hacienda sea tan ávida, porque entre los errores de unos y la codicia de la otra, se priva a la sociedad de barcos, que son forja ciudadanos bien templados.

Sí es cierto que hay a quienes les sobra el dinero y lo demuestran comprándose un “yate”. Pero eso es tontería de la naturaleza humana más simple, que no debería ser referencia para crear rasero. Así piensa el mundo civilizado, pero es que “España es diferente”.


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