Al fondo, Le Bugainville, crucero en el que viajé. A la izquierda, una parada de autobús veneciano. |
Atenas. Un crucero mastodóntico tradicional, quizás con alrededor de 3000 pasajeros, visto desde la tercera planta del Bougainville, un crucero de 185 pasajeros. |
No sé por dónde empezar.
Aunque lo propio es empezar por el principio.
Y aquí el principio, está en el porqué del viaje.
Parece que un viaje a Grecia debe ser para ver las
islas griegas del Egeo.
Así lo pretenden las grandes agencias de viajes.
Pues no fue así en esta ocasión.
Mi deseo no era ver las islas griegas, sino el Canal
de Corinto.
Desde que empecé a navegar, he tenido interés en ver
ese canal.
Y tal era ese interés, que fue el objetivo final de
la compra de mis de mis barcos.
Dicho así parece que un servidor sea un magnate. No lo soy.
Si has ido siguiendo el blog, sabrás que nada más lejos de la realidad.
Cuando tras un largo proceso de compra y venta de
barcos, que duró más de cuatro lustros, llegué al barco ideal para este fin,
resultó que mi salud se había vuelto precaria
y además ya no tenía tripulación para alcanzarlo.
Como decía Ramón Luis, lo importante en cualquier
proyecto es el factor humano, porque el dinero, con un buen proyecto, se puede
conseguir.
Como buen superviviente, tengo soluciones para casi
todo y pensé que, si por fin tenía barco y tiempo, pero me faltaban arrestos y
tripulación, debía de encontrarlos a poco que pudiese.
Sin demoras ni dilaciones, porque el tiempo
existencial apremia.
¿Y en esa situación, qué mejor que el que te lleven?
Busqué un servicio profesional, para satisfacer mi
deseo de tanto tiempo.
No fue fácil,
Cruceros a las islas griegas hay muchos y baratos.
Pero cruceros que pasen por el Canal de Corinto, hay
pocos y relativamente caros.
Porque ha de ser un barco pequeño que quepa en el
canal y pequeño significa poco pasaje y poco pasaje significa mucho precio.
Y por fin encontré lo que narro aquí, un crucero que atravesara el Canal de Corinto y que tuviera un precio asequible, no barato, pero si asequible.
En la primera fotografía de arriba, nuestro barco Le Bougainville, amarrado en Venecia.
Ese es el barco. Adecuado para el canal de Corinto, pero excesivo para Venecia.
Esa ciudad no es solo agua, tiene rincones muy
amables en seco.
Estudié inglés el instituto americano de Barcelona y
en algunas academias privadas.
Aprendí lo suficiente como para desenvolverme en las
áreas técnicas en las que he tratado.
Ni hablar de leer una novela.
Ni de tener una conversación inteligente en la
calle.
A lo sumo mi tío es rico, o ¿de dónde es usted?, yo soy
de Barcelona.
Estudié francés en el bachillerato y alcancé un nivel de francés un poco más alto que el de mi inglés.
Pero de
leer novelas, también nada.
A lo sumo cómics.
Y de conversación inteligente, también poco.
¡Que desperdicio de tiempo y dinero!
Me consolé pensando que media tripulación hablaría
de español, como en otros cruceros y en medio mundo.
Pero aquí no.
Me da la impresión de que tienen
instrucciones rigurosas de no hablar más que francés inglés, aunque sepan
español o italiano, que lo saben incluso en las colonias de hongos de debajo de
las rocas.
El últimos recurso era recurrir al móvil con el
amigo Google.
Mi inglés y francés, no me sirvieron para
nada.
Sí me servía Google, pero mis interlocutores ponían
mala cara cuando tenían que leer.
Es decir, pa eso, mejor no ir.
Pero como Angélica es hispano-anglo-italo-congoleña,
confiaba en que mi ignorancia lingüística, podía ser subsanada por ella, aunque
me hablaran en suajili.
En definitiva que lo del idioma va en serio y si
quieres viajar con esta gente, o dominas el inglés, te defiendes con el francés, has de resignarte a poner cara de tonto y sentirte como un mueble.
Y no es ya por no entenderte, es más por lo que te pierdes:
En una conferencia por lo visto apasionante sobre etnología de Croacia, Angélica tuvo que despertarme a boinazos para explicarme lo interesante del discurso.
¡A mí, un apasionado del conocimiento, que tengan que despertarme en una conferencia dada por una especialista!
Importa el desperdicio de conocimiento que se va
como agua por el sumidero.
En mi época, los padres no se planteaban que sus hijos aprendieran inglés por inmersión lingüística en vacaciones o cuando fuera.
Hacía nada, habían pasado una guerra y estaban acostumbrados a vivir con el mundo dándoles la espalda.
No podían pensar que ese mundo de espaldas iba a ser el mundo en el que iban a vivir sus hijos.
¡Hablaban andaluz, castellano, catalán, vasco y mil
tonterías más, menos inglés!
¡Los más pogres, machacaron a sus hijos con el alemán y el chino!
Menuda pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero.
Lo conocí, como he contado, en carnes propias.
Puede parecer que lo del chino tiene sentido, pero por la pronunciación del idioma, el chino solo lo pueden hablar bien los chinos.
Los demás lo podemos chapurrear, y con tantos chinos que hablan chino, ¿para qué diantre se necesita un no chino que chapurre el chino?
Es que puede ser una mente privilegiada dicen algunos idiotas. Se creen que los chinos son tontos y que necesitan a un blanco chapurreando chino, para sacarles de apuros.
De acuerdo, un Einstein que hubiera sabido chino,
podría haber pedido arroz con gambas, mejor que un Einstein que no hubiera
sabido chino.
Pero ninguno de los dos hubiera muerto de hambre.
De cualquier manera pedir aloz con
gambass. No es tan difícil y cualquiera lo entiende.
Menos en este crucero, que miran para otra parte y
no se entretienen tan siquiera en decir, no entiendo.
Simplemente te ignoran.
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