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martes, 27 de agosto de 2024

Rumiando en el camarote, sobre los cruceros.

 

El día ha pasado rápido, pero al llegar las tres de la tarde, ha empezado a ralentizarse.

Estoy tumbado, rumiando sobre las tareas que tengo que hacer y he decidido merendar un zumo de manzana con frambuesa.

No sé si sabe exactamente a frambuesa o a manzana o a ninguna de los dos, pero está bueno y mata penas, por lo fresco, no porque lleve nada espirituoso.

La situación me recuerda al crucero de Egipto, en el que me esperé en el barco mientras el resto se fue a una larga excursión a Asuán.

Fue una soledad muy grata y el barco no era ni la sombra de lo que es este.

De hecho, si me apeteciera, podría irme ahora a tomar una suculenta merienda o pedir que me la trajeran al camarote. Estaría muy buena, pero que no contaría con la compañía adecuada.

Por eso prefiero seguir escribiendo aquí, rodeado de comodidades y a la temperatura que he elegido, demasiado calurosa para muchos, pero ideal para una iguana como es un servidor.

Puedo salir a la terraza del camarote y tener una temperatura más elevada, pero no soy una iguana masoquista y prefiero quedarme en el calorcillo de la habitación, en lugar de en el horno de la terraza…

… Los cruceros son ideales, porque no tienes que hacer y deshacer maletas cada día.

Llegas, te instalas, lo desparramas todo y así hasta el día en que tienes que irte, en el que puedes coger la pala y meterlo todo en las maletas de nuevo.

Entonces, mientras uno se sienta encima para aplastar, el otro cierra la maleta como puede.

Y hasta el año que viene.

Bueno, si tienes medios, antes.

Releyendo esto, veo que en un momento he interrumpido lo que escribía.

No ha sido un infarto, porque sigo aquí.

Me habré dormido.


Le Bougainvile. Camarote.

Le Bougainvile. Camarote. Detalle.

Salón.


Pasillo.

Hall.



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