Dedico esta entrada a Figueruelo jr., un joven que me pareció, introvertido dulce y entrañable, que conocí brevemente a bordo del barco-escuela CRIS 1.
En la fotografía (1.XII. 1981), el Asensi, entonces director de la escuela de protección civil de Barcelona. |
Creo que fue la primera escuela de protección civil de carácter municipal en
España.
A la izquierda de la imagen, se ve uno de los
alumnos con el equipamiento completo. No recuerdo su nombre, pero es como si ahora lo tuviera delante. Se aprecia a una persona madura.
En la escuela se formaban ciudadanos barceloneses
sin distinción alguna; tenían en común que eran personas inquietas con afán de
servir a su ciudad.
Este proyecto fue impulsado contra viento y marea
por Fernando Ferrer Viana, bajo la instrucción política de Antonio Figueruelo, director
general de Protección Civil, que al poco se fue a Madrid y allí se le la pista.
Para empezar, tengo que decir que la escuela de
Protección Civil fue un éxito sin precedentes, hasta el punto de que despertó
los celos de la ONCE que vio en la escuela una competencia que en realidad
nunca se pretendió.
Hasta tal punto fueron esos celos y la fuerza
fáctica de esa organización, que la escuela de protección civil duró menos que
un caramelo a la puerta de una escuela y subió como bajó.
Quizá fue lo mejor que le podía haber pasado a la
escuela a la ONCE y a Barcelona, pues era un proyecto visionario fuera de su
tiempo, como lo fueron otros de Ferrer, que duraron mientras que este estuvo al
frente.
En este caso la criatura falleció antes que su
promotor.
Para tener más enjundia y animar a los voluntarios,
Ferrer propuso a Figueruelo que los alumnos llevaran un uniforme que les
acreditara como tales y que fuera operativo en los proyectos en los que se
debían actuar entre gente de paisano.
Para esto propuso distintas versiones de uniformes,
pero Figueruelo, que era un hombre muy pusilánime, los rechazaba todos alegando
que parecerían fuerzas paramilitares, lo que despertaría recelos entre sus
correligionarios socialistas.
Como después de mi experiencia durante años con
políticos los conozco como si los hubiera parido, le propuse a Ferrer que
presentara una propuesta de uniforme con un mono de trabajo de color calabaza y
un casco como elemental protección de la cabeza.
Le dije que el mono era equipo de obrero por lo que
los que lo utilizaran serían en realidad obreros que hacían un trabajo solidario.
Así lo hizo Ferrer y el uniforme triunfó.
Una vez que equipamos a los voluntarios quedé
horrorizado del resultado, viendo que parecían milicias paramilitares más que
otra cosa y pensé que aquello duraría cuatro días.
Pero no, duró hasta el final, que fue próximo
siempre, bajo la euforia de los politiquillos, que veían en aquella payasada
una fórmula idealizada de ciudadanos transformados en obreros sociales.
Pero así es la vida y así son los políticos.
De todas formas, la experiencia ya he dicho que duró
poco pues no hay político que sea capaz de oponerse a la única organización
nacional que funciona.
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