Huevo dinosaurio. Cretácico superior (70 millones de años). Provincia de Hena
(China). |
Tenía claro el título de lo que quiero contar, pero reconozco que este título puede resultar un poco chocante. Voy a intentar solventar este adjetivo.
No se trata de un huevo normal como el de gallina o como el de avestruz, del que tengo por hablar en el blog.
Ni de ningún huevo
que tenga acepción popular.
Se trata de un huevo de dinosaurio.
¡Eso es otra cosa!, me dirás.
Efectivamente un huevo de dinosaurio tiene una larga
historia, en su mayor parte desconocida.
Te voy a contar aquí la de un huevo que cuando lo
conocí estaba en manos del reconocido comerciante de la naturaleza; Enrique
Kucera, hasta donde sé y creo que sé bien, comerciante en el mejor sentido de
la palabra.
Y si fuera en un mal sentido de la palabra también un
servidor tendría culpa, porque fui cliente suyo durante más de veinte años y me
dejé una verdadera fortuna en su tienda, que tenía la razón comercial de Natura
Kucera.
Una buena parte de mi proyecto museístico, que cito
por encima en el blog, se basó fundamentalmente en la confianza que tenía con Enrique
Kucera en cuanto a la procedencia y clasificación de los materiales que me
proveía.
Recuerdo que siempre me consiguió lo que le pedía para
mi proyecto pedagógico. Con una sola excepción; no me suministró un diamante en
matriz de kimberlita y no me justifico nunca el por qué.
Al principio creí que era el precio, pero hace unos años vi unas muestras en el Expominer de Barcelona y si bien eran algo caras, no eran precios disparatados.
Me quedo con la duda.
Un día visitando su tienda, cosa que hacía a menudo
para ejercitar la húmeda o para cotillear novedades, vi el huevo de dinosaurio
en cuestión.
Me llamó la atención, hablamos sobre él y al final se
lo pedí a cambio de darle publicidad.
Kucera era un hombre práctico al que no le afectaban
tonterías. Pero contra toda previsión, aceptó regalarme el huevo de dinosaurio,
cosa que todavía no entiendo por qué lo hizo.
Quizás porque un servidor era un muy buen cliente
habitual, quizás por la relación personal que tenía con la familia, que
frecuentemente me encontraba en la tienda, quizás porque le había dedicado un
librito de la colección pequeñas guías de la naturaleza Asensi...
He tenido tiempo para pensarlo y al fin me inclino a
pensar que la razón era que no lo tenía clasificado y Kucera tenía un verdadero
prurito en vender los ejemplares perfectamente clasificados y documentados,
cosa rara en el sector, con excepción que conozca de Fabre, que se dedica
exclusivamente a minerales.
Sea como fuere hice publicidad de la tienda.
Lo expuse en la sala cardenal Carles (aunque con rótulo equivocado), cité la tienda
en la revista Pagurus, que editaba con el consentimiento de la
sala cardenal Carles y lo hice donde tuve ocasión.
Éste es el último testimonio de ello, cuando ya no existe ni Enrique, ni Natura Kucera, ni la sala cardenal Carles, ni la revista Pagurus y a duras penas existe un servidor. Así lo presento, sin nombre, tal como me lo regaló.
Recuerdo que me dijo que es un huevo de dinosaurio.
Y así me lo parece.
Y aunque no me lo pareciera me lo creería porque
Kucera no me engañó en veinte años y varios millones de pesetas de relación
comercial.
Visto con la perspectiva del tiempo, creo que mi
pasión por la docencia hacia los jóvenes era desmedida, pues todo el tiempo y
dinero que invertí en ello, podía haberlo dedicado a la familia.
Me preguntarás ¿te arrepientes de ello?
Para salir del paso te diré que eran otros tiempos y
que vivía y sigo viviendo en otro mundo.
No tengo capacidad para decir si me arrepiento de
ello, pues los últimos veintitrés años he estado dedicado a la sala cardenal
Carles, que es más de lo mismo.
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