Buenos
días.
Buenos
días son los que te deseo, porque para mí hoy es un día difícil, aunque haga
sol.
Pero
hagamos de tripas corazón y vamos a la entrada.
El
tema que traigo lo he meditado y es oportuno, pero no tengo claro que lo sea el
vídeo, pues aunque es interesante, lo rodé navegando a treinta nudos, lo que es
demasiado para la mar rizada que había y rodando desde un barco tan pequeño.
El
resultado es un poco agitado, pero menos da una piedra.
La
zona que cubre el vídeo fue, durante los siglos XVIII y XIX, un espacio de gran
desarrollo industrial.
Y, en consecuencia, una
especie de vertedero de la floreciente industria catalana del momento.
Hasta
tal punto fue así que cuando habilitaron el puerto de Badalona tuvo éste que
hacer una gran inversión para limpiar los aledaños de la bocana, de muchos de
esos materiales.
Esa
limpieza fue millonaria y todavía arrastra la deuda.
Pero había que hacerlo, no solo pensando en el puerto sino en toda la gente que aprovecha las playas próximas.
Fue una labor meritoria que creo que está
todavía por acabar.
Pero
no me voy a entretener en estos detalles para no hacértelo muy largo.
Solo
te diré para que te hagas una idea, qué hace muchos años, me contaba un
ordenanza de Intervención del Ayuntamiento de Barcelona, que de joven, iba con su padre a la playa de la
Barceloneta y desde la misma playa ¡echaban las redes y sacaban sardinas!
Eso
ocurría alrededor del año mil novecientos.
El
ordenanza, un hombre entrañable y bondadoso, se llamaba Manuel y lo tengo muchas
veces en mi recuerdo.
Esa
era la Barcelona de antes de ayer. Imagínate hoy echando las redes desde
cualquiera de las playas que ves en el vídeo (la playa de la Barceloneta queda tras el horizonte de las placas solares).
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