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domingo, 22 de marzo de 2020

Cocina para vagos y cocina de supervivencia. Arroz, garbanzos, cus-cus...


En esta entrada iré colocando recetas y recursos en consonancia con el título de la entrada. Son el resultado de pasar desde los diez y seis años muchos días en la montaña y en el mar. En la montaña fines de semana, en el mar más días. Luego, solo en casa muchos años. Y siempre debía comer por lo menos una vez al día... ¡Qué agobio!

Como previa debo advertirte que soy un hombre adulto, por lo que debo comer para mantenerme, no para crecer. Sí soy muy activo. No tengo por ahora alergias conocidas a alimentos y sólo estoy afectado por secuelas que no creo deban condicionar mi alimentación. mi naturaleza frugal y soy abstemio. Como por necesidad, no por placer; si hubiera pastillas que suplieran las comidas recurriría a ellas. Con tantas miserias entenderás que cocinar sea para mí una tortura. Si ese es tu caso, ve pasándote por esta entrada. En caso contrario sal corriendo.


ARROZ A LA CUBANA “sui géneris”.

Arroz a la cubana "sui géneris" (decoración gentileza de Angélica Regidor).

Antes lo hacía con olla exprés, pero esa olla me ocupaba mucho espacio en el barco y la tiré. Ahora utilizo una olla con un difusor debajo para hacer más difícil que se pegue el arroz si me despisto, que es siempre.

Una medida de arroz por dos iguales de agua. Un chorro de aceite y al fuego. Lo tapo. Cuando hierve bajo el fuego y tengo ojo hasta alcanzar el punto. Es como el juego del siete y medio; si no llegas es malo, si te pasas es peor. Con el tiempo, el olor te orientará.

Lo más importante es que cuando creas que está en su punto, sin tocarlo,  lo dejes reposar como mínimo cinco minutos. No te pases no vaya a enfriarse. No le pongo sal, porque como sin sal.

Si eres muy sofisticado antes de echar el agua al arroz pasa éste por la sartén (yo lo hago en la misma olla para fregar menos) con un ajo, sal y un chorrito de aceite y le das vueltas hasta que coja un poco de color, o no, hasta que creas que ha tomado el gusto. Si no lo ha tomado a mí me da lo mismo, tengo un paladar de Uralita.

No le pongo plátano (el arroz a la cubana lo lleva), por que me da asco el plátano frito, aunque sea una variedad especial de plátano, que no conozco ni sé donde encontrar.

Una vez listo al bol (lo prefiero al plato) y añades tomate frito de lata, el que te guste. Yo no caliento el tomate para no perder el tiempo ni ensuciar cacharros. además el tomate al calentarse salpica mucho y lo marranea todo; aprovecho que el arroz está caliente para que se temple el tomate.

Si tienes visita de mucho compromiso o celebras tu santo, fríes un huevo y lo pones encima. Prefiero el arroz pasado al crudo, pues es más digestivo.

Utiliza arroz de procedencia conocida, por ejemplo de Valencia o Cataluña, pues esa planta tiende a acumular arsénico y un arroz de un país del tercer mundo sin garantías de control de la contaminación, es más barato, pero mata más.

Hidrátate bien en las próximas horas, el arroz es astringente.


GARBANZOS VIUDOS.

Postdata a 2020.03.31.
Garbanzos viudos.

Utilizo un frasco de garbanzos cocidos para evitarme la noche de remojo y la cocción. No tengo tiempo ni ganas.

Recordando a un viejo catedrático de microbiología al que por cortesía le aguanté una clase entera, lo primero que hago es abrir el tarro. Luego pongo los garbanzos en un escurridor y bajo el grifo los lavo con agua fría y sin presión, sin trastearlos demasiado  para que no pierdan sus fundas. Los dejo en el escurridor para que escurran bien toda el agua.

Mientras se escurren, quito las capas incomestibles de una cebolla grande y la corto lo más fino que sé. Luego en una sartén pongo aceite suficiente para que la cebolla cortada se empape de él. Enciendo el fuego y pongo el difusor. Fuego medio y la cebolla al aceite. El difusor (un trozo de hierro agujereado), hace gastar más energía porque retarda el calentamiento del cacharro en el que cocinamos, pero es una garantía para no quemar la comida.

A partir de aquí ya queda el proceso a la paciencia y apetito del que va a comer. El objetivo es que la cebolla se haga, lo que ocurrirá cuando vire su color de blanco a amarillo. Como me gusta mucho la cebolla no me importa que quede “al dente” forma cursi de decir algo cruda.

Durante el proceso voy moviendo la cebolla con una cuchara de palo para que no se queme y se haga toda por igual. Son críticos los primeros momentos, luego podemos remover eventualmente e incluso subir un poco el fuego; la cocina rupestre, sin aparatos y sin conocimientos, como es mi caso, exige presencia; el seguimiento de cerca subsana muchas deficiencias.

Cuando el color de la cebolla ha virado de blanco a amarillo sábana vieja, ya está pochada. Apagamos  el fuego. Es el momento de se echar los garbanzos y remover todo con cuidado para que confraternicen con la cebolla sin abandonar sus vainas por estética, pues luego todo va al buche. Si te pasaste con el aceite queda aquí disimulado. Y ya está. En esta ocasión espolvoreé una esquinita de “dado” que separé con índice y pulgar del dado grande, para dar un poco de sabor (de ordinario no lo haría, pero en esta ocasión había terceros).

El plato que quedó es el que te muestro arriba. No tenía presencia, pero estaba para comérselo de rodillas. Y es que yo como con la boca, no con los ojos.


Esto es un difusor, tecnología medieval que puedes comprar en "los chinos" por cuatro chavos. Siempre está oxidado; es por el efecto oxidante del fuego, no pierdas el tiempo dándole estropajo.

Es muy bueno comer legumbres al menos un par de veces a la semana, si no tienes indisposición hacia ellas. También es bueno conocer el propio organismo para orientar la alimentación. Entiendo por conocer a prestar atención al efecto que nos producen los distintos alimentos y luego documentarse sobre ellos. Hay que huir de los regímenes totalitarios en la política y de los regímenes obcecados en la nutrición; de todo, y poco.


MOZARELLA CON TOMATE Y PAN.


Postdata a 2020.04.16.


Mozzarella con tomate y pan.


A estas alturas habrás visto, querido lector o lectora, que el título de esta entrada no es metafórico; los platos que te presento son cutres, muy cutres, pero de eso se trataba. Ya te lo advertí.

Hoy te traigo un plato realmente elemental, miserablemente elemental, pero delicioso; queso con tomate y pan. El tomate que utilizo es “cherri”, porque así me ahorro trabajo pues basta con un corte.

La base es una bolsa de Mozzarella, mejor si es de búfala pues da el mismo trabajo pero para algunos está mejor. La Mozzarella se conserva en frío y en líquido. Abres la bolsa y escurres el queso, que pones cortado en un plato con el tomate cortado en dos, un chorrito de aceite y, si estas hiperactivo, una pizca de orégano.


Debes acompañarlo con pan blanco del día, abundante y crujiente.

Es una comida o cena fría, con lo que tonificará mucho así, de repente, pero es muy rica en componentes nutritivos. Como postre tomo medio kilogramo de yogur (Mercadona tiene envases de ese peso con sabor a frutas que son muy cómodos para tomar viendo la tele.) Luego a dormir o a pasar la tarde. Me da vergüenza pero lo digo; ¡lo riego todo con Trinaranjus de naranja bien frío, que aporta azúcar a mi malogrado cerebro! Al ser de naranja (sólo un discreto 10% de fruta), ayuda a evacuar (el limón es astringente, aunque acidifica la orina y previene o cura infecciones muy leves de orina).

CUSCUS CON SARDINAS.

Postdata a 2020.05.29.


Preparo un buen plato de cuscus y me lo sirvo con dos o tres sardinas en lata. En Almería lo acompañaba también con habas que había criado yo. Pero las habas que encuentro en el mercado son duras y sin aroma. El cuscus es sano y digestivo si no se tienen intolerancias.

Lo como en cantidad, porque esté pensado para eso, como la pasta. Si en un plato de pasta o de cuscus se ve el plato, es que la ración es escasa.

El cuscus no tiene problemas de preparación. Son cinco minutos desde que se coge la olla hasta que se empieza a comer. 

La primera vez da un poco de miedo por si te pasas o no llegas al punto, pero enseguida te percatas que has de ser muy bruto para errar. Con las sardinas has de cuidar de no cortarte al abrir la lata.

Como siempre, una docena de aceitunas aportan sabor y complementos que no se encuentran en otros alimentos. Un vaso de vino tinto para los no abstemios dará el toque de hierro necesario.

De postre yogur o una o dos piezas de fruta del tiempo, o un zumo de naranja.

Es éste un plato elemental y completísimo.


ALBÓNDIGAS, DE LATA, NATURALMENTE.


Albóndigas.

Porque si no son de lata, no son para vagos. Compras una lata de albóndigas en su salsa, sabiendo que estarán sobre condimentadas y duras, pero se trata de echar carne al buche, si eres carnívoro.

Haces un sofrito de cebollas como ya hemos visto y lo tienes separado. Abres la lata de albóndigas y tiras la mitad del condimento por el desagüe (mejor tirarlo todo pues es puro veneno para tus vísceras, pero a elegir). Pones las albóndigas y la mitad o lo que hayas decidido de su condimento, con tu sofrito de cebollas y lo tapas a fuego muy lento, con el difusor para que no se queme la cebolla. Así de diez a quince minutos, (a ver si ablandas un poco las albóndigas), vigilando que no se queme la cebolla,

Luego, a comer con mucho pan de trigo para mojar, el pan milenario del Mediterráneo, el que nos ha hecho lo imbéciles como somos, pero a la vez tan entrañables.

De postre yogur o fruta. Yo lo riego con Trinaranjus, ya lo sabes; ni gas ni más estimulante que el azúcar que es bueno, con moderación, para el cerebro. Siempre, todo, con moderación. Si los griegos y los romanos hubieran tenido neveras y Trina habrían sido abstemios. Los pueblos más civilizados, como los alicantinos, inventaron la horchata de chufa, a la que se dieron. Bueno. Quizás la inventaron los moros, pero no supieron  promocionarla, como con las Matemáticas.

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