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sábado, 8 de febrero de 2020

Anís del Mono, y un poco de historia doméstica.

Estos días se está celebrando el 150 aniversario de la fábrica de Anís del Mono, marca con sede o por lo menos destilería radicada en Badalona (Barcelona).


En el magnífico Museu de Badalona se expone la historia de la fábrica bajo el título “El diamant de Badalona”, en alusión a la textura adiamantada de la botella de ese Anís.


Detalle de la etiqueta de la marca (Foto: Internet).


Como ciudadano libre hijo de Badalona, y a pesar de ser abstemio total y una buena parte de mi vida vegetariano, no puedo dejar de sumarme a esta celebración, lo que haré narrando una nota inédita, (como tengo por norma en este blog), relacionada con el Grupo Osborne, propietario de Anís del Mono y de las esculturas siluetadas de toros negros que nos sorprenden en puntos estratégicos de las carreteras españolas.

Sé que hablar de esto no es políticamente correcto, pero ya he dicho que soy un ciudadano libre. Libre, catalán y, para más inri, de Badalona, ¡pobres bilbaínos que no pueden ser badalonins!

El puente del petróleo (todavía entero). A su derecha y al fondo, la fábrica de Anís del Mono y a su derecha el campanario de la Parroquia de San José de Badalona (1928).


Escultura de la imagen de Anís del Mono, al principio del Puente del Petróleo de Badalona.


La nota inédita que quiero aportar, se remonta a noviembre de 1940, cuando mi padre, José Asensi Terán fue nombrado Interventor de Fondos de Administración Local en el Ayuntamiento del Puerto de Santa María (Cádiz), Ayuntamiento del que era alcalde el Conde de Osborne.

Me contó mi padre. que uno de los años en que intervino el presupuesto municipal de ese Ayuntamiento, había una partida presupuestaria destinada al asfaltado de calles del Puerto de Santa María, entre ellas, en la que vivía o tenía una casa el Conde de Osborne.

Cuando empezó la obra de asfaltado, se presentó el Conde en el despacho de mi padre y le dijo que no podía consentir que la Ciudad pagara el asfaltado de su calle, por lo que el presupuesto de ese asfaltado debía correr a su cargo.

Así lo preparó mi padre, de modo que el Ayuntamiento pagó el asfaltado de todas las calles presupuestadas, excepto la del alcalde, el Conde de Osborne, que corrió a su cargo.

Pasó hace tiempo pero me dejó huella, por lo que aún siendo abstemio total, no puedo dejar de sentir simpatía por esa bebida que tan noble recuerdo me trae…

Y que tan bien huele, aunque la huela con prudencia, pues sé de los peligros de esos vapores.

Lo que aprendí de chico cuando mi abuelo materno me llevó a visitar unas bodegas del Puerto de Santa María de las que era representante, en las que entré andando y salí echado en al asiento trasero de su coche, medio muerto o medio no sé qué.

No quiero acabar sin aclarar que mi natalicio badalonés fue meramente accidental.

Mi hermana mayor, la más valiosa de mis hermanas (causa sin duda de su muerte prematura, cuando empezaba a conocerla tras cincuenta años de convivencia).

Como buena abogada, era amiga de legajos y se pasó buena parte de su vida, buscando partidas de nacimiento de la familia. Hasta donde sé, se remontó a principios del s. XV.

En las cuatro ramas principales encontró raíces en (Cantabria-Valle de la Cabuérniga), (Valencia-Alicante), (Malta) y Cataluña (Gerona-Palamós).

Pero eso es una historia para otro día.

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