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lunes, 25 de agosto de 2025

Todavía no había escrito sobre incendios.

 

Incendio en la Sierra Litoral.

No es que no me importe que España esté ardiendo por la incompetencia de los españoles y la de sus dirigentes.

Me destroza el corazón.

Pero como la monja que viéndose impotente frente a la maldad del mundo no ve más consuelo que rezar, a un modesto servidor, frente a su incapacidad de luchar contra el fuego, no le queda más que pensar en que la naturaleza, a la larga, destruirá al hombre y a toda su miseria.

Y a toda su grandeza.

Porque el mismo destino es el de los rascacielos de América, que el de las catedrales de Europa.

He perdido en mi vida zonas queridas, por incendios especulativos.

Cuando vivía en Almería, me contaban los de allí que, en muchos casos, eran los propios miembros de las cuadrillas de extinción de incendios, los que provocaban los fuegos para ganar más salarios.

Cuando iba a la Sierra de Gredos, esperaba con ilusión a que llegara un recodo del camino en el que el bosque y el agua, enmarcaban una humilde casita blanca sobre una roca.

Hasta que dejó de haber bosque y casita. No sé si sigue el agua, pues también están destruyendo presas.

Es una imagen que ya solo queda en mi recuerdo.

Antes he dicho incompetencia.

Eso no es grave, porque es relativamente fácil hacer un competente de un incompetente.

Pero debía haber dicho maldad y eso sí que es grave, porque no es fácil hacer un hombre bueno de uno malo.

Y cuantos se juntan incompetencia codicia, locura y maldad, no no hay nada que hacer, salvo sacar de la circulación al codicioso, al incompetente, al loco y al malo, sea moro o sea cristiano.

Nota: si te fijas, veras un hidroavión y un helicóptero de extinción de incendios. El fuego  es en Cataluña. Todo es poco.



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