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viernes, 9 de septiembre de 2022

Servidor, la ciencia y el láser.

 

El láser, ¡que divertido! Foto: Libre en Internet.

"Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad pero yo con un Festina no me puedo adelantar."

Este era el texto que, con una tonadilla muy pegadiza, anunciaba esa marca de relojes.

Me remonto a la televisión en blanco y negro, cuando disfrutábamos de un solo canal, en lugar de aburrirnos con mil canales.

Y centrándome en las ciencias que adelantan, quiero hablar hoy del láser.

Pero no soltar un rollo de recorta y pega sobre el láser, sino hablar de mi experiencia vivida en relación con esa forma de energía.

Mi primer contacto con el láser fue una operación de cataratas. Una de las primeras operaciones con esa técnica que se hacían en España.

El cirujano me dejó que mirara por unos binoculares mientras que él operaba utilizando otros binoculares y al mismo tiempo manejaba el láser.

Las cataratas tienen su origen en la formación de un velo translúcido que se forma entre el cristalino y la retina. O algo así.

La cuestión es que el ha afectado ve entre borroso y casi nada, según lo tupido que sea ese velo.

La operación fue muy curiosa porque el cirujano disparaba el láser y se veía como esa telilla se iba troceando y acababa flotando en el líquido del ojo. El doctor era un esaborío, porque no me dejó hacer ningún disparo. La operación fue sin anestesia.

El enfermo entró de mi brazo para poder andar sin tropezar y salió leyendo los letreros publicitarios que había en la calle.

Fue un láser frío e indoloro y tremendamente eficaz, espectacularmente eficaz.

Creo que esa, ya es hoy una operación rutinaria.

El otro día tuve ocasión de ser protagonista de otra operación con láser, con un láser distinto. Con un láser de película futurista de quema y arrasa, pero en pequeñito.

Tenía que quitarme un tatuaje de "amor de madre", que me hice en la frente cuando ingresé en la Legión extranjera y que ahora me impide ingresar en una residencia de ancianos de la Generalidad, por ser machista y patriarcal.

Me sugirieron anestesia, pero rechacé la oferta porque sentía curiosidad por ver lo que se sentía al ser tostado por un láser.

La experiencia fue curiosa.

La acción del láser es como sufrir un pinchazo con una aguja al rojo vivo, de manera que se nota el pinchazo y además la quemazón, que se aderezan con un olor a carne quemada.

Si no se insiste mucho y se va despacio, el dolor es soportable. Pero si el cirujano tiene prisa, lo es menos.

En esta ocasión no fue precisa a la anestesia pues el especialista no tenía prisa y servidora vive en otro mundo.

Trasladando la experiencia al mundo animal, el dolor está entre el de una picadura de medusa mediterránea que no sea la carabela portuguesa (Physalia physalis) y la picadura de una avispa. 

Con la ventaja del láser, de que el dolor se para en el momento en que se deja de aplicar la luz, mientras que con los animales citados, las secuelas duran horas o días.


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