El láser, ¡que divertido! Foto: Libre en Internet. |
"Hoy
las ciencias adelantan que es una barbaridad pero yo con un Festina no me puedo
adelantar."
Este
era el texto que, con una tonadilla muy pegadiza, anunciaba esa marca de relojes.
Me
remonto a la televisión en blanco y negro, cuando disfrutábamos de un solo
canal, en lugar de aburrirnos con mil canales.
Y centrándome en las ciencias que adelantan, quiero hablar hoy del láser.
Pero no
soltar un rollo de recorta y pega sobre el láser, sino hablar de mi experiencia
vivida en relación con esa forma de energía.
Mi
primer contacto con el láser fue una operación de cataratas. Una de las
primeras operaciones con esa técnica que se hacían en España.
El
cirujano me dejó que mirara por unos binoculares mientras que él operaba
utilizando otros binoculares y al mismo tiempo manejaba el láser.
Las
cataratas tienen su origen en la formación de un velo translúcido que se forma
entre el cristalino y la retina. O algo así.
La
cuestión es que el ha afectado ve entre borroso y casi nada, según lo tupido que
sea ese velo.
La operación fue muy curiosa porque el cirujano disparaba el láser y se veía como esa telilla se iba troceando y acababa flotando en el líquido del ojo. El doctor era un esaborío, porque no me dejó hacer ningún disparo. La operación fue sin anestesia.
El enfermo entró de mi brazo para poder andar sin tropezar y salió leyendo los letreros publicitarios que había en la calle.
Fue
un láser frío e indoloro y tremendamente eficaz, espectacularmente eficaz.
Creo
que esa, ya es hoy una operación rutinaria.
El
otro día tuve ocasión de ser protagonista de otra operación con láser, con un
láser distinto. Con un láser de película futurista de quema y arrasa, pero en
pequeñito.
Tenía
que quitarme un tatuaje de "amor de madre", que me hice en la frente cuando
ingresé en la Legión extranjera y que ahora me impide ingresar en una residencia
de ancianos de la Generalidad, por ser machista y patriarcal.
Me
sugirieron anestesia, pero rechacé la oferta porque sentía curiosidad por ver lo que
se sentía al ser tostado por un láser.
La experiencia fue curiosa.
La acción del láser es como sufrir un pinchazo con una
aguja al rojo vivo, de manera que se nota el pinchazo y además la quemazón, que
se aderezan con un olor a carne quemada.
Si no se insiste mucho y se va despacio, el dolor es soportable. Pero si el cirujano tiene prisa, lo es menos.
En esta ocasión no fue precisa a la
anestesia pues el especialista no tenía prisa y servidora vive en otro mundo.
Trasladando la experiencia al mundo animal, el dolor está entre el de una picadura de medusa mediterránea que no sea la carabela portuguesa (Physalia physalis) y la picadura de una avispa.
Con la ventaja del láser, de que el dolor se para en el momento en que se deja de aplicar la luz, mientras que con los animales citados, las secuelas duran horas o días.
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