Jardín sedente, junto a la terraza de la tasca. |
Esta
mañana he bajado al puerto dispuesto a trabajar concienzudamente en la barca.
Pero
he cometido la imprudencia de pararme primero en la tasca. Y me he atascado.
Tenía
hambre, pero era muy tarde para desayunar y muy pronto para comer.
Me
senté en la terraza y pedí un bocadillo.
¡Qué
horterada, un bocata a media mañana!
Pero es que no soy ni de vermut ni de tapas.
Me
ofrecieron una coca.
En
principio la coca es un producto de repostería o panadería catalana, con muchas
variedades a cual más buena.
Sin embargo esta era una coca distinta.
Le
llaman coca imagino que por ser más elegante, pero en realidad es un bocata con
un pan muy especial, blando, pero con cuerpo suficiente como para que no sea
etéreo y deje de ser pan.
He
pedido una coca rellena de bonito con pimiento a la brasa.
Para
beber, agua.
Bueno
ya sé que eso es pecado, pero no me van los refrescos gaseosos y la falta de
práctica hace que el vino se me suba a la cabeza. En fin, agua.
La
coca estaba para comérsela de rodillas. Ha durado un plis-plas.
Y
como me ha sobrado agua, he pedido otra coca con queso para acompañarla.
Al cabo, de barca, nada.
Me he atascado en la tasca.
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