Cenicitas de canalones. |
Hoy
sábado, 28 de mayo de 2022, he empezado la temporada de verano, visitando el
puerto de Badalona y comiendo en uno de los restaurantes que se ubican en sus
aledaños. Sin mayor novedad.
Pero
he encontrado algunas variaciones respecto a la temporada anterior.
Una
y la principal, el barullo que organizaba la gente que estaba en la terraza del
restaurante.
Era
gente aparentemente normal, de clase media.
Pero
su comportamiento, hablando a chillidos y con gesticulaciones aparatosas, les
hacían parecer más unos piojos resucitados, con dinero y sin cultura.
Mi humilde
parecer es que todo este negocio del nacionalismo catalán de los últimos
lustros, ha permitido la entrada de dinero a raudales, a modo de subvenciones,
que ha ido a alimentar a una clase politizada e inculta, protagonista fáctica
de ese movimiento social y político.
Esa
mañana reviví los tiempos en que el socialismo tomó el poder en España, y la
clase media alta social del franquismo, se pasó en horda al socialismo, con su dinero
y su incultura.
Aquella
imagen, como la de este sábado, me recordó al personaje de Molière, un zafio
patán al que el dinero y el nuevo estatus social le transforman en una
caricatura de ser humano.
Y como las miserias no vienen solas, me encontré con un rasgo inusitado de chapuza gastronómica, por parte del restaurante que elegí: Sacaron a la mesa un plato de canalones calcinados, que encima el camarero intentó presentar como normal, dejando claro que tomaba el cliente por imbécil.
Si el negocio de la restauración
toma ese rumbo, acabaremos atrayendo no ya al turismo de mochila, sino al turismo de pocilga,
Me
fui a casa triste, pensando que algo huele mal en Cataluña, mi patria chica.
Son
de libro las consecuencias nefastas de un gobierno nepótico.
No
atino a vislumbrar nada semejante en el mundo natural no racional, para encontrar
un asidero que me consuele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario