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lunes, 30 de mayo de 2022

Tiempos modernos en el puerto de Badalona.



Cenicitas de canalones.

Hoy sábado, 28 de mayo de 2022, he empezado la temporada de verano, visitando el puerto de Badalona y comiendo en uno de los restaurantes que se ubican en sus aledaños. Sin mayor novedad.

Pero he encontrado algunas variaciones respecto a la temporada anterior.

Una y la principal, el barullo que organizaba la gente que estaba en la terraza del restaurante.

Era gente aparentemente normal, de clase media.

Pero su comportamiento, hablando a chillidos y con gesticulaciones aparatosas, les hacían parecer más unos piojos resucitados, con dinero y sin cultura.

Mi humilde parecer es que todo este negocio del nacionalismo catalán de los últimos lustros, ha permitido la entrada de dinero a raudales, a modo de subvenciones, que ha ido a alimentar a una clase politizada e inculta, protagonista fáctica de ese movimiento social y político.

Esa mañana reviví los tiempos en que el socialismo tomó el poder en España, y la clase media alta social del franquismo, se pasó en horda al socialismo, con su dinero y su incultura.

Aquella imagen, como la de este sábado, me recordó al personaje de Molière, un zafio patán al que el dinero y el nuevo estatus social le transforman en una caricatura de ser humano.

Y como las miserias no vienen solas, me encontré con un rasgo inusitado de chapuza gastronómica, por parte del restaurante que elegí: Sacaron a la mesa un plato de canalones calcinados, que encima el camarero intentó presentar como normal, dejando claro que tomaba el cliente por imbécil. 

Si el negocio de la restauración toma ese rumbo, acabaremos atrayendo no ya al turismo de mochila, sino al turismo de pocilga,  

Me fui a casa triste, pensando que algo huele mal en Cataluña, mi patria chica.

Son de libro las consecuencias nefastas de un gobierno nepótico.

No atino a vislumbrar nada semejante en el mundo natural no racional, para encontrar un asidero que me consuele.




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