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domingo, 10 de abril de 2022

Mucho ruido y pocas nueces.

 

Nuez con inquilino.

Hoy es Domingo de Ramos. No te catequizo, te culturizo.

Dispersos por el blog narro numerosos detalles de mi vida, actividades profesionales y otras.

Ya he escrito por algún rincón, que uno de los objetos del blog es autobiográfico.

Por eso hablo de mí y de mis circunstancias.

No me cabe duda de que el blog me sobrevivirá.

Y cuando falte, quizás alguno de mis deudos se preguntará cosas que me me hubiera querido preguntar, pero ya no estaré para responderlas. Tendrá la opción de recurrir al blog.

Me pasa con mi padre y con mi abuelo, que no escribieron nada y no supe preguntarles, cuando convivíamos, cosas que hoy desearía saber.

Y eso me fastidia mucho.

Todos deberíamos escribir pensando en los que nos sobrevivan, porque todos tenemos algo que decir que puede ayudar a otros.

En mi época todavía existía la tradición oral y eso me ha ayudado mucho.

Pero hoy la incomunicación es el cáncer de la sociedad, que mina también a la familia, que es dónde se transmite la historia doméstica.

Todos tenemos un gran hombre escondido en nuestra alma y escribir es una forma de buscarlo.

Por eso hablo de mí, aunque todavía no haya sabido encontrar ese gran hombre.

Hablo de cosas en general buenas, pues las malas ya las improvisan y agrandan los que me rodean, que así es la naturaleza humana.

No pretendo parecerme a un taxidermista que conocí, que hablaba de él con un énfasis que daba vergüenza ajena, a pesar de que todo lo que decía era verdad.

Intento escribir sobre mi vida buscando el equilibrio entre la modestia (ciñéndome a los hechos sin valorarlos) y la verdad (con el mayor rigor que me permite mi memoria).

No me cuesta hacerlo, pues soy patológicamente modesto y quizás incluso incurro en un complejo de inferioridad, lo que sumado a un Asperger no diagnosticado, le quita mérito.

Hablar de mi como si fuera de otro, me resulta también sencillo, pues creo que disocio demasiado perfectamente mi personalidad.

En unas pocas líneas creo que me he definido como un buen prototipo de loco. No de loco de atar, pero sí de alguien algo rarito.

Recuerdo a un muy prestigioso psiquiatra barcelonés, que conocí con motivo de un evento muy concreto. Después de charlar un rato, me dijo: es usted un caso interesante para estudiar.

Le pregunté, ¿pagando usted o pagando yo?  Pagando usted, naturalmente, me contestó. Pues entonces no va a tener ocasión de estudiar el caso, le dije. Y ahí acabó mi relación con la psiquiatría.

Con esto quiero resumirte mi voluntad de explicarte cosas de mi vida.

Falta explicarte la intención de hacerlo.

Con el alejamiento de los hechos, soy consciente de que algunas cosas de las que te cuento, suenan a mucho.

Por eso lo acompaño con parte de la documentación que guardo al respecto.

Toda sería locura aportarla. Además de muy aburrido. Visto todo junto, desfigura mi verdadera personalidad, que tan mal he resumido en las primeras líneas.

Efectivamente he hecho lo que digo y mucho más que no digo. Casi todo para bien.

Es mucho para mi limitada persona.

Pero a pesar de ello, sólo soy un producto mediocre de la sociedad en la que vivo.

Además, lo he hecho todo sin ganas, como mercenario de mi cerebro.

Sin ilusión y sin ambición.

Por eso, una vez he triunfado en cada proyecto, lo he abandonado en pleno éxito, porque me aburre la monotonía y la falta de tensión que supone la meta lograda.

Luego, estos proyectos abandonados los han intentado continuar las hienas del sistema, personas politizadas, con muchos recursos pero sin ideas, con lo que los han malogrado.

Soy esencialmente un espíritu creativo.

Un artista fuera de corriente.

Un bohemio de la cultura, un eremita condenado a convivir.

Un luchador demasiado empático con el enemigo.

Un entrañable amigo del descartado, hasta que habla y descubre que no está donde quiere, sino donde puede.

Esa mi personalidad, es buena para los carroñeros, pero mala para mí.

Con todo lo que puedas leer en este blog, te harás, inevitablemente, una idea equivocada de mí.

No soy nadie, ni quiero ser nadie.

Porque ser alguien me aburre. Ya lo he sido y no me ha llenado.

Mi padre, con amor de padre, me lo dijo. No eres nadie.

Mi hijo José María, con desprecio de hijo, me lo dijo, No eres nadie.

Sólo mi amigo me conoce: José María, eres un superviviente, me dijo un día cuando lo vi después de salir de mi enésimo paseo por el filo de la vida.

Mi amigo no sabía, que mi último comentario había sido referido a él.

Creo que acertó, no soy nada, pero sí soy algo. Un superviviente.

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