Páginas

lunes, 27 de diciembre de 2021

Foto de Navidad; cielo y tierra y Luna.

 

Foto: Angélica Regidor.

Querido visitante.

Si estás solo o enfermo o agobiado o aburrido, te ofrezco mi compañía, aunque sea sólo la de medio naturalista.

Es poco ofrecimiento pues no llega a la mitad de mi cuerpo la que está operativa, pero la suficiente como para prepararte esta entrada de forma que te haga compañía, aunque sea por un ratito.

La imagen de entrada está obtenida esta mañana de Navidad (subo la entrada hoy, pero la escribí entonces).

En un cielo azul destacan dos blancos iguales que aparentemente no tienen nada en común; el blanco de la Luna, testigo de la noche, que ya ha pasado y el blanco de unos jirones algodonosos precarios, que no anuncian nada, sólo que están ahí.

Al pie, el verde con pinceladas otoñales de unos pinos.

Sin embargo, nosotros, como naturalistas, debemos encontrar puntos en común no tan evidentes.

Lo común de todo lo que se ve, es que es materia y como materia, es perecedero a mayor o menor plazo. La nube durará unos minutos, la Luna, unos milenios.

No importa el tiempo, No sabemos lo que es el tiempo, como no sabemos lo que es la materia a la que va asociado.

Quería subir esta imagen tomada en la mañana de Navidad, el mismo día de Navidad.

Pero no tuve tiempo por dos circunstancias.

La primera y principal porque esa mañana estuve en una reunión familiar, que me impidió acercarme al ordenador.

La segunda razón es que, a pesar de la aparente simplicidad del texto, me ha costado hasta hoy prepararlo y revisarlo, pues quería decir mucho en poco, culturizar algo y tener cómo motivo la Luna, pues me gustaba como aparecía en la foto.

Vamos a empezar a repasar a los protagonistas de la fotografía.

Primero las nubes. Las nubes están fuera de contexto. Son Cumulus medio deshechos, que no nos dicen nada, precisamente porque están fuera de contexto.

Pero a Levante de esos girones había una nubosidad más compacta que presagiaba la lluvia que cayó por la noche.

Segundo, la Luna, tan discreta como bella.

La atmósfera está muy limpia porque ya había llovido el día anterior y por eso hay tanta luz y se ve la Luna tan brillante, al reflejar los rayos de luz que le llegan del Sol.

Hay humedad en el ambiente, que el calor dispersa. Pero al ponerse el Sol las temperaturas caen, la humedad se condensa, el ambiente se satura y llueve. He comentado que esa noche llovió.

No fue una lluvia muy intensa la de esta noche, pero se fue la luz. Es algo común. Los políticos compran las instalaciones a precios de oro para obtener mayores mordidas y los proveedores suministran productos de saldo. Es algo generalizado.

Probablemente España es el país del mundo con más semáforos por kilómetro cuadrado. Es otra forma de gastar presupuesto para cobrar comisiones.

Si te fijas lector, verás la cantidad de semáforos injustificados que hay en las zonas más ricas de España.

Estoy chocheando. Me he ido por las ramas.

Nubes y semáforos. Voy ahora por la Luna.

Se nos dice que hasta qué Colón fue a América, todo el mundo pensaba que la tierra era plana. Eso es totalmente falso, seis siglos antes de Cristo, los griegos ya habían demostrado lógicamente, que la Tierra es una esfera.

Y dos siglos antes de Cristo, habían medido el tamaño de la Tierra con gran exactitud,

Dos siglos antes de Cristo, otro filósofo griego, Aristarco, midió el tamaño de la Luna, midió la distancia de la Tierra a la Luna y midió como una distancia de 10.000.000 de kilómetros entre la Tierra y el Sol.

Y llegó a proponer que el Sol es el centro del movimiento de todos los planetas.

No hubo que esperar hasta Copérnico, cómo se dice, para la gran revolución de Copérnico. Lo que hizo Copérnico fue repetir lo que había dicho Aristarco diez y ocho siglos antes.

Lo que pasa es que ni Aristarco, ni Copérnico ni Galileo podían demostrar, que la Tierra se mueve alrededor del Sol. (Manuel María Carreira S. J. Sacerdote y doctor en Astrofísica.  El origen del universo. (YouTube 12 de diciembre de 2015).

Antes de acabar, quiero volver a la reunión familiar.

Fuimos menos de diez personas y si no comíamos teníamos la mascarilla puesta. La habitación estuvo todo el tiempo ventilada.

Entre los reunidos había personas de diversas etnias, todas caucásicas, de habla catalana y castellanoparlantes.

No necesitamos traductores, pues asombrosamente nos entendíamos perfectamente.

No nos preguntamos sobre ideologías políticas o fe religiosa, aunque imagino que todos sabríamos por donde iban los tiros.

Es decir, qué fue una mañana de cuento, pues de haber sido una mañana según los medios de comunicación, deberíamos haber estado a la gresca.

Siempre he dicho que los políticos no deben ser marcianos, pero cada vez estoy más convencido de qué efectivamente, lo son.

Porque los terráqueos normales sabemos convivir perfectamente, aunque en la comunidad algunos seamos guapos y otros sean feos.

Te dejo, lector, sin comentar los árboles, no sea que, si estás mal, vayas a ponerte peor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario