Una sepia triste y despersonalizada, me mira desde
su lecho de hielo, preguntándome; ¿tu quoque, fili mi? No, un servidor
no, sepia anónima, que solo vales tu precio.
Los que te venden, han de anunciar tu nombre y tu origen.
Pero aquí solo ponen tu precio. ¿Es caro o barato?
Pues no lo sé, depende de cómo te llames y de donde
vengas.
Pero no te sientas discriminada.
Los mismos que te venden a ti venden, carne humana
sin decir su nombre ni su origen.
Ni su precio de venta, porque la venden en subastas
públicas y secretas.
Públicas porque son al mejor postor y secretas
porque se hacen a escondidas.
No amiga sepia;
Ego sum solus testis.
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