Escribía esto el día de mi santo, san José, pero no lo he podido subir hasta hoy. No importa porque no tiene actualidad. Es algo congénito.
Pero hoy es un día importante
para mí.
Un día casi místico; he conseguido hablar con la
persona que recoge los recados a la médica que me tiene asignada la seguridad social.
La oigo un par de veces al año. Me llama y me
pregunta; ¿qué tal va todo José María?
Muy bien, le contesto siempre, para no estresarla, por los pocos minutos que tiene de visita.
Pues nada, me contesta
agradecida; hasta dentro de seis meses.
Adiós, me dice.
Adiós, le contesto.
Como no se enteró de mi penúltimo ingreso en
urgencias, hoy la he llamado para que se entere del último.
¡Y he conseguido dejarle el recado!
Quizás, porque es el día de mi santo, mi patrono me
ha echado una mano.
O quizás, porque la seguridad social tiene anotadas
las onomásticas de sus pacientes y esos días los trata bien.
Me recuerda, cuando en la república, los maestros
pasaban por las clases de los críos, diciéndoles que pidieran caramelos a Dios y
a Stalin.
Los que pedían caramelos a Dios, no recibían nada.
Los que se los pedían Stalin, los recibían.
La conclusión era clara, Dios no existe, Stalin sí.
Esto me crea un problema. ¿A quién debo agradecer
que me hayan atendido en la seguridad social?
¿A san José o a Pedro Sánchez?
Postdata, mi patrón no debe ser muy influyente en la administración catalana.
Hasta hoy, no he tenido respuesta de la médica.
O a lo mejor, es que Sánchez es gafe para terceros.
Los niños de la república lo tenían más fácil.
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