Falsa palmera (Cycas revoluta). |
Ayer celebré (escribo de
madrugada), de forma extemporánea en un restaurante rodeado de bosque, un aniversario señalado.
Comí bien, aunque no como pensaba, pues pedí pollo a la brasa y esa carne más sana que la roja, no está considerada en los restaurantes de bien.
Esta vez me sirvieron unos huesos
y piel churruscados, con algo, que sin duda sería pollo, por en medio.
Cuando era vegetariano también tenía que ir con cuidado en los restaurantes, pues confundían los vegetales con el césped. Algo similar sigue pasando con el pollo.
A lo que iba; el
aniversario.
Me fastidió el ruido de los
comensales y la relativa aglomeración de gente.
Pero me quejo por quejar, pues el
local era cálido y amplio. Debo de ser yo, que soy destemplado y áspero.
Al salir me percaté de que crecía en el exterior, un poco asilvestrada, una falsa palmera, una cica, planta de
interior procedente del Japón, pero que en el Mediterráneo acepta el exterior, a
pesar de que el restaurante está en la vertiente Norte de la Sierra Litoral
catalana. Eso sí, muy cerca de la cresta.
Esta falsa palmera es venenosa
para bestias y humanos. Las bestias la comen porque su sabor les resulta
agradable, aunque las puede matar. Chungo, ¿no?
A su lado se mantenía en pie el
generoso tocón del que fue un pino que probablemente sobrepasaba los cincuenta
años cuando lo cortaron, quizás porque por alguna razón molestaría, si no lo partió un rayo.
Por el aspecto de la madera, debía
albergar todavía vida, pero ya una vida inútil, de lo que se habían percatado unos
hongos yesqueros que crecían sobre su corteza.
Tienen trabajo por delante esos hongos,
pero, al final harán del tocón, polvo, si el dueño de la casa no se cansa antes
y lo arranca para crear una nueva plaza de aparcamiento de cliente.
Una falsa palmera, venenosa y lo
que queda de un árbol veterano, resto aún agónico y a medio comer por hongos.
¡Menuda compañía para una fiesta de aniversario!
Pero ¡así es la vida, en este
valle de lágrimas…! o pañuelo con mocos, como dicen los modernos más domesticados,
para eludir cualquier atisbo de religiosidad, aunque sea de claro e inofensivo
tono popular.
Tocón
veterano con yedra (Hedera helix) y hongos yesqueros. |
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