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sábado, 3 de julio de 2021

No te dejes engañar por cantos de sirenas sin encanto. ¿El sexo es un problema?

 

Caballito de mar (Hippocampus hippocampus). Mar Menor de Murcia. (1980).

He leído que  el gobierno quiere aprobar una ley dónde relativiza el sexo y lo deja al albur de cada uno, es decir, que cada individuo puede elegir su sexo a discreción, eligiendo un sexo que exista o uno que se invente sobre la marcha.

No te dejes engañar, eso del sexo es más viejo que el andar y la Naturaleza lo tiene por la mano.

No le es preciso que venga un ignorante con el mono o con el gato, o con el caballo, para decirle a mamá Naturaleza, de qué va el asunto.

Pero si es necesario te hago una explicación para tontos, que a ti te vendrá chica, pero que quizás esos gobernantes no la entiendan.

Por otra parte es la mejor explicación que puedo darte, pues es la que está a mi nivel.

En la Naturaleza hay dos sexos. El masculino y el femenino.

Cada uno está perfectamente diferenciado, en su fisiología y en sus funciones.

Así ha sido desde que el mundo es mundo, un poco antes de que esos gobernantes y gobernantas, descubrieran el chollo de la ubre.

Ellos lo saben de sobras, pues en sus partidos funciona de mil maravillas la jerarquía del sexo, que cado uno/una, utiliza de la forma más tradicional, para ocupar su lugar en esa jerarquía.

Para un auditorio normal, aquí acabaría la entrada.

Pero como puede haber algún lector paranormal, sigo.

Sexo masculino, y sexo femenino.

Cada cual con sus atributos y funciones.

Pero mamá Naturaleza es algo más complejo y sabio que un Consejo de Mindundis y el tema se puede acomplejar hasta el infinito y más allá. Siempre dentro de un orden natural.

Por eso hemos llegado a Marte, porque el ser humano es fruto de un proceso magníficamente orquestado, que lo ha traído hasta aquí.

Dentro de la Naturaleza hay mil excepciones y curiosidades.

La paloma y muchas otras aves, carecen de dimorfismo sexual externo, por lo que un macho puede estar cortejando a otro creyendo que es una hembra, hasta que es despachado violentamente.

Algunos peces  poseen los dos sexos, a la vez o los alternan de forma estacional.

Podría escribir un libro sobre casos o cosas, pero no sé tanto y, además, me aburre.

Siempre; dos sexos y las hembras paren, salvo que nos dejemos engañar por las apariencias en los caballitos de mar, por ejemplo.

Pero eso le pasaría a uno de nuestros gobernantes, no a una persona normal.

Por cierto, señor ministro, un caballito de mar es un pez, no un caballo pequeñito que nada.

En los animales irracionales, dos sexos y muchas variaciones sobre la misma estructura básica.

¿Qué pasa en los hombres y mujeres, animales racionales? Exactamente lo mismo, eso sí, acomplejado por la capacidad racional.

Hay hombres que se sienten mujeres y mujeres que se sienten hombres y mujeres y hombres que se sienten, qué se yo.

Es eso antinatural?

En absoluto. Es natural pues forma parte de la Naturaleza.

Puede ser aberrante si nos ceñimos a la definición académica, por cuanto se desvía o aparta de lo normal o usual.

¿Hemos de dar importancia a eso?

No lo sé. Yo no se la doy porque, según esa definición, yo soy también aberrante. En otros aspectos.

Hay muchos aberrantes, porque esa definición, aunque académica, deja mucho que desear.

Así pues, el sentirse incómodo en el sexo que parece que uno tiene, es natural, pero poco usual.

¿Dónde está el problema?

Si un gobernante legisla para todos y no caprichosamente y fanáticamente para las minorías amigas, no hay nada que legislar al respecto.

Simplemente, el gobernante ha de procurar una buena medicina que sepa asesorar con rigor científico a psiquiatras, psicólogos, cirujanos y a los asesores precisos, para que ese ser humano que se siente incómodo, discierna con buen criterio, de dónde le viene esa incomodidad y la resuelva con criterio acertado.

Pues un errar por incompetencia o fanatismo ideológico de quién no tiene vela en ese entierro y sólo actúa por aferrarse a la ubre, le puede arruinar toda la vida al interesado.

Ese gobernante que se mete dónde no le llaman, debe de tener como prioridad cultivar una sociedad unida y solidaria, que contemple con empatía los problemas de los semejantes, aunque sean de otro partido o ideología.

Pero ese materialismo ateo y genocida, que vino a amargarnos la vida en el siglo XIX, no está por el amor y la solidaridad, sino por la comedia de una fraternidad inexistente por falta de base y  por el odio.

Con estos mimbres, no se puede hacer más que esta ley.


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