Queche Ciutat de Badalona. |
El otro
día me embarqué con compañía, para disfrutar de un paseo y de un baño en el
mar.
Preparé un
desayuno abundante, para bien agasajar a la compañía.
La mañana
apareció muy nublada junto a la sierra, pero como viene pasando últimamente,
despejó al correr la mañana.
La mar
estaba rizada.
El parte
meteorológico, daba una mar combinada en la que se cruzaban mar de fondo de
poniente con mar de viento de levante.
Casi todo
salió mal.
No hubo
baño por culpa de mi despiste al tener puesto el chip de relacionar el
calor con el baño y el día no era caluroso.
También
salió mal el descubrir la evidencia de que la gasolina estaba a cerca de dos
euros el litro en la gasolinera del puerto.
Creí que
con cien euros iría sobrado, pero no me llegó más que a los cincuenta litros de
combustible.
Sin
embargo, algo salió bien; me quedaron ensaimadas, croissants y bebida de
chocolate, para desayunar el resto de la semana.
Y lo
mejor de todo, ¡me crucé con un barco de época aparejado de queche, navegando
con las velas desplegadas!
Eché en
fata las escandalosas, pero sin tripulación profesional es mucho pedir.
El porte
del barco era hermoso y romántico.
Aprovechando
el feliz encuentro, le pedí a Antonio que obtuviese algunas escenas del barco
navegando.
Así lo
hizo, como pudo y de mala manera, pues a pesar de que íbamos relativamente
despacio, la barca parecía una batidora.
Podía
haberme acercado mucho más al queche, revoloteando a su alrededor.
Mi primer
barco tenía cien años y desplazaba 22 toneladas. Ya he hablado de él en el
blog.
Cuando
navegaba con las velas al viento, me importaba mucho que piraguas, barquitos,
motos de agua y windsurfistas se acercaran demasiado.
No sabía la
cantidad de sentido común tenían las cabezas de quienes las gobernaban.
Una vez,
un windsurfista me cruzó la proa rozándola, ¡para el idiota caerse ahí! ¡Menudo
susto me llevé!, aunque no pasó nada más grave!
Poniéndome
en la piel del patrón del queche, me mantuve lejos de su barco para no importunarle.
En eso se
fue la mañana.
No hubo
baño.
Creo que
mis invitados se fueron a la playa, aunque la despedida fue precipitada. Esas
despedidas siempre son precipitadas.
Luego,
como manda el protocolo, escribí un wasap para ver como había ido el baño.
Pero debí
hacerlo mal.
A veces
creo que hago bien una cosa y ni tan siquiera la he hecho.
Soy un
desastre.
Voluntarioso,
pero un desastre.
Aquí puedes ver unas imágenes del barco navegando.
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