Reciclando plásticos en un restaurante de Arenys de Mar.

Foto de archivo. No dispongo de fotos actuales de ese restaurante, tan bien regentado pero tan infielmente guardado.

Domingo, 24 de julio de 2022. Hoy hemos vuelto a comer en el restaurante Lluís, de Arenys de Mar.

Lo suelo alternar, en mis estancias en ese puerto, con el restaurante del Club Náutico, que está justo enfrente.

Todo estuvo bien, pero me tocó las narices el pretendido ingenio de uno de los camareros, torpe ingenio que rayaba en la insolencia.

Ya mostró su talante ayer.

Pero hoy el ingenio no ha sido ni tan siquiera torpe. Ha sido mera insolencia.

En una de las ensaladas ha aparecido un trozo de plástico lo suficientemente grande como para causar sensación de asco al comensal que se lo ha encontrado en la boca.

Se lo he comentado con muy buenas formas al camarero ingenioso y  me dice:

¿No ha oído los gritos? (antes ya se le había comentado a una camarera, pero como no me daban razón se lo he comentado ahora a él).

¡Ya he matado al cocinero ...; no le cobro la ensalada y ya está!

El muy imbécil ha visto demasiadas películas americanas y en ningún momento debe de haber sospechado que yo no iba al restaurante a regatear si no a comer.

El que haya matado al cocinero me ha parecido una broma prepotente, de muy mal gusto y propia de un camarero recién ascendido, que todavía se sorbe los mocos.

Si fuera el delfín o el favorito del señor Lluis (lo que no me extrañaría por su actitud chulesca), la supervivencia de ese restaurante estaría clara.

Una broma cuidadosa e inocente de un cliente, debe despertar una sonrisa aunque sea piadosa, en el empleado inteligente.

Pero un comentario extemporáneo, impertinente y sádico de un empleado, no debería tolerarse por su responsable y menos por el cliente.

Escribo esto como muestra de mi repulsa.

Naturalmente no acepté el descarado soborno que me hizo, y pagué la ensalada del reciclado del plástico. 

Por eso en el resto de nuestra estancia en Arenys de Mar no hemos vuelto a pisar ese lugar.