Estoy
arrellanado en el sofá y tengo al perro a mi lado, completamente pegado a mí. Tiene
la cabeza sobre mi pierna y está adormilado de lo bien que se encuentra.
Es
una paliza ser el almohadón de mi perro, pero él se siente bien y eso le da
mucha paz. Es bueno dar paz, aunque sea a un irracional.
Se
encuentra bien y seguro, bajo la sombra del jefe de la manada.
Luego,
hará todo lo posible para, a su modo, agradecerme esa paz y seguridad que le
doy. Me es fiel y protector.
No
se debe tomar por irreverente el hecho de que esta situación me traiga a la
cabeza, que es una relación parecida a la del hombre con el Creador. También está él seguro
y cómodo cuando se encuentra bajo su sombra.
En
esencia es lo mismo; aprovechar la seguridad que da el que tiene más poder.
De nada
sirve esa relación si no se cree que en verdad esa sombra viene del que tiene
poder real.
Bajo
el punto de vista de la Etología, la base es la misma: El individuo que se
siente seguro bajo la protección del jefe de la manada.
Pero
la diferencia esencial es que mi mascota es irracional y yo soy racional. Más o
menos, según a quien se le pregunte.
Traducido esto al comportamiento, significa que mi mascota siente lo que siente porque la Naturaleza
se lo dicta y no hay vuelta de hoja.
Sabe
que le protejo y su reacción natural es sentirse cómoda a mi lado y comportarse
con gratitud cuando tiene ocasión.
Pero
a mí Dios me hizo libre y racional, por lo que puedo elucubrar sobre si la
sombra protectora es de un ser superior o es la sombra de un árbol o de algo
por el estilo.
Incluso si atisbo que lo que me proporciona la sombra es algo superior, puedo mirar hacia otro lado y pensar que es sólo la sombra de un árbol.
Y una vez decidida
la naturaleza de esa sombra, puedo elegir sobre si le quiero estar agradecido y
serle fiel o hacer lo que más me convenga.
Eso
es lo que me inspira el bobo de mi perro, dormitando, pegado a mí, reposando su
cabeza sobre mi pierna.
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