Dando la bienvenida, un olivo y unas tinajas de agua, vino o aceite, esencia de Occidente. |
Ya he narrado otras
excursiones domingueras en el blog. Pero la de este pasado
domingo me ofreció alicientes inesperados que me justifican traerla aquí.
Era un encuentro
entre varias familias para disfrutar de una paella.
Nunca hay que decir
que no a una paellada, a una calçotada o a cualquier reunión
gastronómica campestre con gente afable, especialmente si son católicos.
¿Por qué digo esto?
Porque si son católicos rectos, deben cumplir la enseñanza del apóstol Pablo,
que en un escrito a los Efesios les instruía sobre cómo deben realizar el
trabajo.
Les decía... Esclavos,
obedeced a vuestros amos temporales con respeto, lealtad y de todo corazón,
como si fuera a Cristo servidles no sólo cuando os ven, como para quedar bien
con ellos, sino como esclavos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad del
Señor; servidles de buena gana, como si fuera al Señor y no a hombres,
considerando que el Señor retribuirá a cada uno todo el bien que haga, lo mismo
al esclavo que al libre. (Efesios 6.7) Esto se lo decía desde la cárcel en
Roma, lo que también es un designio de cual es el destino que con mucha
probabilidad espera a los católicos coherentes.
Esta exhortación
algunos la ven como un canto a la sumisión, pero yo la interpreto como una
llamada al perfeccionismo, al trabajo bien hecho.
En fin, a lo que iba.
La paella resultó deliciosa porque estaba salteada con una profusa cantidad de
tropezones, y precedida de una ensalada que no desmerecía.
El entrante, una
magnífica ensalada con tomate Solanum, nuez Juglans y una o dos variedades de ensalada, Lactuca, aceitunas, Olea, lácteos
y cosas modernas, de esas que van en bolsas que dicen que son comida. Había
tanto, que me distraje y me olvidé de probarla.
Todo regado con agua
y vino propios de cualquier comida mediterránea, modernizada con refrescos
bárbaros (naranjadas colas y demás tonterías).
La mesa estaba
adornada con flores muy bonitas en maceta, lo que fue de agradecer, frente a la
costumbre de adornar con cadáveres de flores.
Traigo aquí lo que me
entretuvo y quiero compartir por su belleza, ya que no puedo plasmar en imagen
el ambiente acogedor en el que se desarrolló la paellada.
¡Paseo dominguero...¡qué burros!
... o Aquí;
Otro paseo dominguero, con las botas puestas.
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