Egipto, cerca de Valle de los Reyes, con mi hija Carmen. Foto: José Mª. Asensi Jr. |
Hace días que no me paso por aquí.
Trabajo en esto cada día, de ocho de la mañana a ocho de la noche, con huecos para comer y hacer algún recado, si toca.
Este tiempo lo dedico fundamentalmente a escribir y a estudiar en mi pupitre, en un agujero de la casa de unos escasos cinco metros cuadrados útiles, como la celda de un monje medieval, pero con ordenador y electricidad.
Esto del ordenador es atómico, pues me permite acceder a mi archivo de años de imágenes que he tomado en mil sitios y mil circunstancias, sin tener que moverme del asiento.
Estos días de ausencia he estado acabando dos opúsculos que tenía sin acabar desde hace cerca de un año.
Son los dos trabajos de Costas españolas que te he presentado en las últimas entradas y también otro de la colección Pequeñas Guías de la Naturaleza, que tenía pendiente de pulir y que te presentaré, D. m. muy pronto.
Todos estos libros los elaboro íntegramente, desde las fotos (todas originales y mías, salvo excepciones que siempre señalo), a todo el proceso de creación del original.
Así, los que están editados en papel los ha recibido la imprenta listos para entrar en máquinas.
Eso me supone mucho trabajo y hace que se acumulen los libros en una lista de espera semejante a la de la sanidad española, pero sin riesgos, pues no son personas sino papeles.
Traigo hoy una entrada que tengo pendiente desde hace unos días en que recibí una imagen, enviada por José Torrent.
Si no hubiera ido acompañada de una llamada telefónica, habría creído que me enviaba la fotografía de un cielo estrellado.
Pero no. Es la imagen de una cuevecita en un paraje de Bañolas, provincia de Gerona.
Bañolas y su entorno es un lugar con mucho encanto, con bellísimos rincones y con una interesante riqueza gastronómica.
Si no la conoces es bueno que dediques un fin de semana para hacer un ojeo de cara a una visita a fondo si encuentras lo que te he comentado.
Conocí Bañolas hace muchos años cuando todavía se podía visitar el negro de Bañolas, un pretendido bosquimano (parece que era un hotentote) disecado, que se exhibía en la ciudad.
Eran otros tiempos pero reconozco que el tropezarme con él me dejó mal cuerpo por lo inhumano de semejante exhibición. Ya no se puede ver, pues en su momento el consistorio tomó la decisión, acorde con el sentido común, de dar un entierro digno a esos restos, lo que imagino que la mayoría celebramos (parece ser que se enterró en un lugar equivocado).
Ya sólo queda el afectuoso recuerdo de aquel noble ciudadano africano que, víctima de una decimonónica concepción científica, estuvo expuesto en una vitrina al público.
Como hoy lo siguen estando las momias egipcias, sin que nadie se escandalice ¡la ventaja de ser negro en una sociedad de burgueses mojigatos y reprimidos!
Debo decir que la sensación de ver las momias en el Museo Egipcio, fue la misma que ver al hombre expuesto en Bañolas.
La fotografía que inicia esta entrada es de una de mis visitas a Egipto y tiene la intención de ilustrar lo del negro de Bañolas. He preferido traer esta foto, que la de una de las momias exhibidas en el Museo que citaba. De nada.
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